jueves, 24 de enero de 2013

Premios UPC 1996, de varios autores

No he leído demasiados volúmenes de los Premios UPC, quizá tres o cuatro solamente, pero mi impresión general siempre ha sido que son unos galadornes de una alta calidad media. Entre los premiados he podido encontrarme muy gratas sorpresas y recuerdo con cariño varios relatos de autores como Javier Negrete, José Antonio Cotrina o Carlos Gardini. Es por ello que mi decepción con el volumen correspondiente a la edición de 1996 de este certamen ha sido aún mayor.

El libro se abre con una introducción de Miquel Barceló que ya hace presagiar que nos vamos a encontrar con algo raro. Por un lado, se repite varias veces, y casi con idénticas palabras, lo maravillosa que fue la respuesta al concurso, con récord de envíos y de participación internacional. Por otro, se incide en recalcar que el ganador y el finalista son totalmente justos pese a que el relato que obtuvo la mención de honor ("Dar de comer al sediento" de Eduardo Gallego y Guillem Sánchez) también podía haber sido un digno vencedor y que el hecho de que éste útlimo sea una narración humorística no influyó en el resultado. Excusatio non petita, accusatio manifesta.

A continuación nos encontramos con un ensayo de Gregory Benford (conferenciante invitado a la ceremonia de entrega de los premios) en el que se repasan algunos aspectos de la influencia de la ciencia ficción en los desarrollos científicos, especialmente en el terreno armamentístico, y se menciona con cierto detalle el famoso caso Cartmill. La narración resulta un tanto confusa y no demasiado interesante, sobre todo después de haber leído a Robert Silverberg hablando de forma mucho más amena sobre casi el mismo tema.

"Los ojos de un Dios en celo" de Carlos Gardini es el relato ganador del certamen. No es un mal relato. Pero tampoco es bueno. De hecho, es una historia que está claramente escrita con más oficio que inspiración y, al leerla, uno no puede menos que acordarse de otros muchos cuentos de igual o semejante trama. La prosa de Gardini, poética y bellísima por lo general, tampoco está en esta ocasión a la altura de lo que me esperaba del autor de "El libro de las voces" (que resultó también ganador, años después, del Premio UPC, pero que es notablemente superior en todos los aspectos) o Fábulas invernales. Un relato simplemente correcto y que se olvida tan pronto se termina su lectura.

¿Qué decir de "Hélice" de Robert J. Sawyer? Tras las indescriptiblemente malas Rollback (Vuelta atrás) y WWW: Wake, que leí únicamente por haber sido nominadas a los Premios Hugo, me había hecho el propósito de no volver a tocar nada de este autor. Nuevo propósito: hacer más caso de mis propios propósitos. Y es que esta novela corta es bochornosa. De todos es sabido que al autor canadiense le encanta meter unas dosis de teledrama de sobremesa en todas sus narraciones, pero es que en este caso se supera a sí mismo. Dejadme que resuma un poco el argumento de las primeras veinte páginas de este bodrio (las únicas que fui capaz de aguantar) para que os hagáis una idea:

Pierre, el protagonista masculino descubre, gracias a una clase de genética, que el que creía su padre no es tal, puesto que una persona de ojos marrones no puede tener progenitores de ojos azules (las ventajas de una educación superior: el pobre cornudo no tuvo la oportunidad de acceder a tan arcanos conocimientos y sigue en la inopia, casi veinte años después). Cuando conoce a su padre biológico, descubre que éste padece la enfermedad de Huntington y que, por tanto, él mismo tiene grandes posibilidades de padecerla en el futuro. Resuelve, pues, dedicar su vida a la investigación y ganar un premio Nobel (si hubiera una categoría para los diálogos insulsos, Pierre habría sido el ganador indiscutible sin apenas esfuerzo por su parte).

Por otro lado, Molly, la protagonista femenina vive atormentada por su poder telepático. A causa de su belleza excepcional, todos los hombres que se cruzan con ella (incluyendo al segundo marido de su madre) tienen toda clase de pensamientos eróticos que ella no puede evitar escuchar en su tierna e impresionable cabecita. Frustrada y acomplejada, a los 25 años tiene unas cuantas aventuras de una sola noche (siempre en el momento fértil de su ciclo) con un objetivo que es mejor dejar que ella misma nos describa en sus palabras:
Quería quedar embarazada de uno de ellos. No buscaba un marido, ¿sabes?, era sólo por, bueno, por un poco de esperma.
Desafortunadamente, en lugar de un embarazo, lo único que consiguió fue contagiarse de gonorrea y quedarse estéril. Tras estos duros reveses, su vida da un brusco giro cuando se encuentra con Pierre y descubre que éste no tiene los pensamientos eróticos habituales en los hombres con los que Molly está acostumbrada a tratar. Bueno, en realidad sí, pero como Pierre es canadiense, está pensando en francés y Molly no lo entiende (juro que no me lo estoy inventando). Y hasta ahí pude leer, que uno no es famoso precisamente por su paciencia y esta cantidad de clichés, tópicos y diálogos vergonzosos pone a prueba hasta al mismísimo Santo Job.

"Dar de comer al sediento" es, con diferencia, la mejor historia del volumen (y aquí se empieza a entender el por qué de muchas de las cosas dichas en la introducción). Pero lo es más por deméritos del resto de cuentos que por virtudes propias. Precisamente me decidí a leer este libro por el relato de Gallego y Sánchez, que venía muy recomendado por varias personas distintas. Mi impresión es que se trata de una historia simpática, incluso bastante graciosa en algunas partes, pero no deja de ser una pequeña broma (metareferente, además, puesto que gira en torno a un certamen literario) sin mayor trascendencia. La narración está muy estirada para lo que realmente se cuenta y depende en demasía de unas respuestas mordaces que se hacen previsibles después de unas pocas páginas (además, en ese sentido, Tecnecio es infinitamente más gracioso). Se salva de la quema, pero no es una historia especialmente memorable.

El volumen se cierra con "Cena recalentada" de Jordi Miró y Rafael Besolí, mención especial del certamen para miembros de la UPC. Una historia de sobre realidad virtual que se deja leer y que en su día debió tener más punch que ahora, 16 años después, cuando Second Life y compañía son poco más que recuerdos borrosos. Algunos detalles de la historia resultan bastante forzados e inverosímiles, lo que no contribuye a mejorar demasiado la impresión final. Aún así, es mucho mejor que "Hélice".

En resumen, un libro decepcionante, del que sólo se puede rescatar (con un poco de buena voluntad) "Dar de comer al sediento" y que no recomiendo leer. De hecho, aconsejo huir todo lo lejos posible de la novela corta de Robert J. Sawyer, una de las peores muestras de literatura con las que me he encontrado últimamente.

7 comentarios:

  1. Hélice suena tan mal que casi apetece leerlo para reírse un rato... lo mejor: que la prota no entienda al canadiense porque piense en francés... ¡Hay que tener valor! Gracias por abrirnos los ojos sobre estas historias :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sawyer es así, qué le vamos a hacer. Lo peor es que yo ya lo sabía y volví a picar.

      Eliminar
  2. Respuestas
    1. Yo creo que es mutuo. Él escribe estas bazofias con el único objetivo de fastidiarme a mí. La otra opción es que las escriba en serio, pensando que son buenas, y eso es inconcebible.

      Eliminar
  3. Buenísima. Solo tengo un pero.

    La próxima vez que hagas una reseña en este tono haz el favor de hacerla en un blog adecuado. O sea, el mío.

    Me ha encantado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te agradezco el ofrecimiento. Pero esta es una lucha que tengo que luchar yo solo. Ha llegado al terreno de lo personal.

      Eliminar