lunes, 13 de enero de 2020

Octavo y último aniversario de Sense of Wonder

Banda sonora del artículo: Sugiero leer esta entrada escuchando The End, de The Doors (SpotifyYouTube)

Se cumplen hoy ocho años desde la apertura de Sense of Wonder, aunque este aniversario tiene un tono agridulce para mí. No ha sido una decisión fácil de tomar, pero este será el último post que aparecerá en el blog. 

En los últimos tiempos, mis circunstancias personales y mis intereses han ido cambiando. Leo mucha menos ficción y no siento que tenga nada nuevo que decir con respecto a la literatura de ciencia ficción y fantasía, por lo que no tiene sentido alargar la vida de este blog. 

Han sido ocho años inolvidables en los que he disfrutado inmensamente compartiendo con todos vosotros mis lecturas y mi amor por el género fantástico. No puedo sino dar las gracias a todos los colaboradores que han pasado por Sense of Wonder, sin los que todo esto habría sido imposible. Un muy especial agradecimiento a los más activos entre ellos: Esteban Bentancour, Borja Bilbao, Pablo Bueno, Miquel Codony, Antonio Díaz, Félix García, Cristina Jurado, Leticia Lara, Alexánder Páez y Daniel Verón (si me olvido de alguien, ruego perdonéis mi mala memoria). Gracias también a todos los autores que amablemente aceptaron ser entrevistados en este blog y, por supuesto, millones de gracias a todos los que nos habéis leído durante estos ocho años. ¡Gracias!

Me cuesta mucho escribir estas últimas palabras y por eso no quiero terminar con un sentimiento triste, sino con lo que siempre ha sido el espíritu de Sense of Wonder: recomendar y compartir buenas lecturas. Por eso, también en este aniversario os traigo un sorteo. Tengo un ejemplar de La Enseña del Elefante y el Guacamayo, firmado y dedicado por el autor, así como una camiseta de la serie que el propio Christopher Kastensmidt nos ha cedido amablemente. Ambos serán para un afortunado lector del blog que se decidirá por sorteo mediante random.org. Participar es muy sencillo: sólo tenéis que dejar un comentario en esta entrada indicando un email de contacto. El plazo estará abierto hasta el próximo 31 de enero a las 23:59 (hora de Madrid). Por motivos logísticos, los regalos sólo podrán recibirse en una dirección de España. 

Mucha suerte en el sorteo y muchas gracias, una vez más, por estos fantásticos ocho años. 

jueves, 19 de diciembre de 2019

Vídeo: Presentación de Orgasmatón e Incrustados, de Ian Watson (Celsius 2019)

Reanudo la publicación de vídeos del pasado Festival Celsius 232 con la grabación de la presentación de Orgasmatón e Incrustados, de Ian Watson, en la que el autor estuvo acompañado de los grandísimos Esteban Bentancour y Diego García Cruz. ¡Espero que os guste!



jueves, 5 de diciembre de 2019

Relato: El crepúsculo del hombre, de Daniel Verón

Daniel Verón, autor de El crepúsculo del hombre
Vuelve a ser un honor contar en Sense of Wonder con Daniel Verón, que ya nos ofreció Polvo de estrellas y La edad de los Toledos. En esta ocasión tenemos el placer de publicar un nuevo relato suyo, titulado El crepúsculo del hombre. Espero que lo disfrutéis y recordad que podéis contactar con Daniel (y leer otros cuentos suyos) a través de su perfil de Facebook.   

La federación creció más aún. Se llegó a un punto tal en donde sus Asambleas Ecuménicas excedían las dimensiones de un planeta común y, por lo tanto, se buscaron nuevos mundos, supergigantes, para alojar a las mayores reuniones jamás realizadas por civilización alguna. Los preparativos solían durar meses y el proceso de divinización de los líderes era cada vez mayor. En torno suyo se agolpaban ahora cientos y cientos de Portadores, representando a infinidad de Galaxias que se perdían en el vacío cósmico. Pero esto no era todo. Algunos líderes que asistieron a tales reuniones durante siglos lograron averiguar lo que nadie sabía fuera de allí. Así como otros hombres de otras épocas, aquellos que presidían los destinos de la Federación, cuando su vida se extinguía, eran “re-energizados” de una manera misteriosa y lanzados al espacio. Tiempo después, una luz que parecía ser la de una estrella común se añadía al cielo estrellado del infinito. En otras palabras, cada Supremo, cuando moría su cuerpo físico, pasaba literalmente a convertirse en una estrella más.

Pero el final se acercaba. El cuerpo humano no estaba hecho para durar siglos y siglos en el espacio tetradimensional. Pese a que se habían ensayado infinidad de métodos para extender la vida corporal, aunque los órganos internos habían sido mejorados, y hasta el método de reproducción había sido ligeramente modificado, nada parecía evitar que el cuerpo físico llegara a un fin, ni siquiera la reprogramación celular, por ejemplo. Lo más que se había logrado era extender la vida física a poco más de 300 años. Luego de eso se llegaba a un punto donde la muerte física hasta era bienvenida, como si el hombre no pudiese soportar vivir más que eso. Además, y esto era muy importante, gracias a esa muerte física, el alma se liberaba y accedía a ámbitos multidimensionales, en donde continuaba su existencia. Era algo así como la crisálida, que pasa de ser gusano a convertirse en mariposa.

Las continuas expediciones a los planos multidimensionales demostraron que el mismo estaba poblado de seres que alguna vez habían tenido cuerpos físicos como los demás. Es cierto que su experiencia anterior le servía de poco en ese lugar, pero lo concreto es que seguían viviendo, al parecer, indefinidamente. Estas investigaciones hicieron que el alma volviera a ser estudiada, sin que se pudiera llegar a una conclusión sobre su origen. Simplemente, un día aparecía, igual que el Universo en el Big Bang. Algunos científicos sugerían que las almas ya estaban presentes en el momento de la creación y que simplemente atravesaban diversas transformaciones: desde un espacio circular y plano, a nuestro Cosmos de cuatro dimensiones, para ingresar luego a otros ámbitos de 7, 10 y 15 o más dimensiones sucesivamente. El problema era que no existía (ni podía existir) algún instrumental para comprobar esto.

Mientras tanto, el hombre solar mismo parecía estar llegando a un punto de declive. Esto no era nada raro. Las incontables expediciones interestelares habían enseñado que las razas humanas y semihumanas, por muy evolucionadas que fueran, tenían una determinada duración como raza, un punto más allá del cual empezaban a extinguirse. Más allá de los ciclos históricos, comunes a toda civilización, ninguna raza era eterna. Además, no podían serlo tampoco, sencillamente porque el Cosmos mismo estaba cambiando. Quedaba claro que el Universo del año 5000 no era exactamente el mismo que habían conocido sus ancestros, por ejemplo. Incluso en el remoto pasado se habían detectado brillantes civilizaciones que desaparecieron por completo al cambiar también su entorno. De modo que el hombre solar no podía ser una excepción a esto.

Un tiempo después, algunos teóricos lanzaron una suposición realmente inquietante: lo que estaba llegando a su fin era el MODELO HUMANO en sí mismo, por lo menos en las áreas conocidas hasta entonces. En efecto; un estudio realizado en torno a la civilización de Altair y otras de cierta antigüedad, como los eridanos, parecían estar en franca decadencia. Los nacimientos eran cada vez menos, aparecían enfermedades nuevas y mortales, y ellos mismos, como sociedad, parecían haberse estancado. Apenas eran poco más que espectadores de las proezas del hombre solar, limitándose a ocupar unos pocos mundos seguros. No había descubrimientos ni empresas nuevas, sino que toda su sociedad inspiraba una gran decadencia apenas uno la veía. De acuerdo a los parámetros actuales, parecía que las razas más antiguas no estaban en condiciones de sobrevivir mucho más. Muchas no se habían adaptado a los grandes cambios, limitándose a llevar una existencia bastante monótona, sin grandes expectativas, confiando en que el Universo permanecería siempre igual.

Si bien los antairenses ya eran un grupo minoritario en ese tiempo, la señal de alerta llegó por parte de los eridanos. En cierta oportunidad, su civilización irradió un mensaje de auxilio a sus grandes amigos del espacio: los solares. A ese llamado acudió una importante flota dirigida por Zoicon Thaler. Lo cierto es que, apenas llegado a Walhalla, el almirante Thaler comprendió perfectamente lo que sucedía. Como un padre que, en su agonía, llama a su hijo para que esté a su lado, el gobernador Erron había llamado a la raza con la que habían compartido más cosas. Aún el planeta mismo estaba en una decadencia completa bien visible. Sus magníficas ciudades se parecían ahora a inmensos basurales; estaban casi completamente abandonadas y mucha de la eficiente tecnología de otros tiempos ya no funcionaba. Muchos ciudadanos, incluso, se encontraban enfermos o sumidos en una especie de agonía. El panorama era desolador y los hombres de Thaler se encontraron con muchas escenas realmente impresionantes. 

Los solares son recibidos en las habitaciones personales de Erron que se halla moribundo afectado por una extraña enfermedad. Sólo está acompañado por sus familiares más cercanos, pero todos se encuentran enfermos también. El dialogo que sostienen Erron y el almirante Thaler es altamente emotivo. El eridano le cuenta algo de su vida personal, de cómo imaginaba el futuro en su niñez, nunca algo como esto. Charlan amigablemente y Thaler logra encender su mirada al informarle los más recientes logros de la Federación. Los millones de sistemas planetarios, los incontables soles, las infinitas formas de vida que existían por doquier y, sobre todo, galaxias y más galaxias hasta perderse en las profundidades del Cosmos. Es el final. Erron lo toma de la mano y, con la mirada nublada, le dice simplemente: “Ustedes lo lograrán; ustedes lo lograrán”, y, tranquilo, expiró.

A medida que Thaler y sus hombres recorren Walhalla, comprueban que, uno tras otro, los eridanos van muriendo también. Ya no hay autoridades, ya no hay servicios, ya no hay movimiento, todo es muerte y los cadáveres se amontonan en las calles. No sólo es una civilización en extinción, sino que se trata de la desaparición de toda una raza también. Los federales siguen atentamente los acontecimientos y en pocos días mueren prácticamente todos los eridanos. Se busca en los mundos cercanos pero, hasta donde se puede apreciar, no parece haber sobrevivientes. Es así que llega un día en que el supremo Zetar, la máxima autoridad de la Federación, anuncia solemnemente la desaparición completa de la raza de los eridanos, sus viejos amigos del espacio...

Con posterioridad tiene lugar una ceremonia-homenaje en una Asamblea convocada de urgencia. Ante la presencia de miles y miles de delegados, durante todo un día completo se repasa lo que ha sido la brillante civilización eridana. Su origen, sus luchas, su sabiduría, su legendaria amistad con el hombre terrestre, su ejemplo. Se decide entonces reservarle en la Federación un sitial de honor, vacío, que represente para siempre a los eridanos. Es la primera vez que se realiza algo así pero, lamentablemente, no será la última. En efecto; en los años siguientes se sabe de otras razas más o menos cercanas a los solares que sufren pestes parecidas. Los pueblos de Perseo-8, de Vega, de Orión, etc. y, más allá de la Vía Láctea, hasta la raza amiga de Triángulo, unos pacíficos hombres y mujeres que parecen siempre jóvenes, hasta ellos caen víctimas del mal que afecta a todos los humanos. 

Cunde la alarma por doquier. Sin embargo, hay algo que diferencia a los solares de muchas otras razas similares. La suya parece ser la más extendida a lo largo del Cosmos. Si se trata solamente de alguna clase de peste, no existe ninguna posibilidad de contagio, ya que la raza se halla distribuida en cada una de las galaxias del Grupo Local y aún en algunas otras del inmenso mar intergaláctico. Al parecer, las colonias pueden estar seguras. Sin embargo, el tiempo pasa y, lentamente, comienza a repetirse algunos síntomas. Los gobernantes tratan de mantener los hechos en oculto pero todo va saliendo a la luz. El primer lugar gravemente afectado es la misma cuna del hombre solar: la Tierra y los principales planetas del Sistema. En otros lugares se desarrollan interminables investigaciones para ver cómo evitar este extraño deterioro general que lleva a la muerte.

Por todas partes se suceden escenas tremendas. Hay mundos en donde la gente parece haber enloquecido y la sociedad se ha sumergido en un caos total. En otras partes se asiste al inédito y asombroso espectáculo de ver centenares de miles de personas despidiéndose unas de otras, sabiendo que esa será la última vez que se verán. Hay lugares en donde ciertos grupos elaboran planes para ver de qué manera reencontrarse en los habitáculos multidimensionales, adonde se supone que va el alma de la totalidad de las personas muertas. Pero en otros sitios se observa la dramática lucha de hombres que no quieren morir. Fuera de todo control, hay ahora miles de personas que emigran a lejanas regiones del Cosmos tratando de salvarse. Ninguna organización puede ejercer algún control, ni siquiera la Federación. En cierta ocasión, durante una de las habituales Asambleas, el mismo Zetar, el Supremo de entonces, cae muerto ante la vista de todos los demás. Es el final.

Así fue como la raza solar fue cayendo, uno a uno, a lo largo del Cosmos, tal como antes ya le había sucedido a otras razas humanas en los últimos tiempos. Esto no era fruto del arma secreta de algún enemigo, ni siquiera de una “disgregación” inevitable de orden genético, como si el motor de la raza hubiera llegado a su fin. Es cierto que mucha gente desapareció sin que se supiera qué había sido de ellos, pero el grueso de la humanidad se encontró frente a un futuro que parecía inevitable. En medio de todo esto, la Federación subsistía como podía, con gobernantes ocasionales. La impresionante estructura conquistadora que había construido el hombre a lo largo de siglos, parecía venirse abajo. En medio de este caos, hubo un grupo que alcanzó a pergeñar un plan. Al frente del mismo se hallaba, justamente, el almirante Thaler, que aún disponía de una importante flota. El caso es que, ante la posible extinción del hombre, Thaler se proponía simplemente llegar adonde nadie había llegado todavía. Su plan era dirigirse a los confines del Universo para escapar de él.

La idea era audaz pero no imposible. El motivo de que antes no se hubieran enviado expediciones hasta tan lejos, era por el alto riesgo, ya que luego la flota debía retornar al punto de partida. En cambio, aquí esto no era necesario. Partieron, pues, desde de los límites de la Vía Láctea utilizando la mejor tecnología. Los sistemas hiperlumínicos ayudaron a dejar atrás millones de años-luz en muy poco tiempo. Desde luego, la gran incógnita era, ¿adónde terminaba el Universo? Las últimas observaciones indicaban que las galaxias más lejanas estaban a unos 15.000 millones de años-luz. Sin embargo, la Flota Omega recorrió las dos terceras partes de esta fabulosa distancia, sondeando en las profundidades, sin que se visualizaran límites por ninguna parte. En medio de esta situación, algunos hombres de la tripulación empezaron a mostrar síntomas del fin.

El mar de galaxias era algo superior a lo que ningún hombre jamás había imaginado. Thaler dirigió personalmente las investigaciones y revisó muchos cálculos. En realidad, los científicos nunca pensaron que el Universo fuese algo tan grande. Al mismo tiempo tuvo que enfrentar escenas sobrecogedoras aún en la nave principal. Luego de caer enfermo, uno de sus principales oficiales enloqueció de una manera espantosa al grito de “¡No quiero morir, no quiero morir!”, suponiendo que se había extraviado en el Universo. Los acontecimientos se precipitaban. Thaler y algunos sabios lograron elaborar un mapa completo del Cosmos de acuerdo al recorrido. El inmenso espacio que surcaban presentaba una extraña estructura con impresionantes aglomeraciones de materia repartida de manera desigual, contrastando con otros sectores completamente vacíos. El gran dilema era adónde dirigirse.

A medida que caía uno a uno la mayoría de los tripulantes, el almirante tomó una decisión corrigiendo ligeramente el rumbo. La Flota pareció sumergirse en una especie de océano de espuma, lechoso, fosforescente. Una mirada en sentido opuesto lo dejó petrificado: todo lo conocido estaba en esa dirección. El infinito mar de galaxias que era el Universo, ahora se veía como una pared flotando en el vacío, a lo lejos. Esto, en donde navegaban ahora... era otra cosa. Cerca suyo quedaba solamente un grupo de oficiales. Nadie sabía cuánto tiempo de vida tenían por delante. Con voz firme, Thaler dijo: “Si voy a morir, antes de hacerlo quiero ver qué hay más allá”, dijo señalando la pantalla. En ese momento, una oficial, Rirca Salen, en una escena llena de significado, se acercó tomándole la mano. Ellos y los demás permanecen mirando la pantalla.

La Flota continuó por largo rato atravesando esa zona viscosa que bordeaba el espacio conocido. La luminosidad y los colores visibles variaban de manera fluctuante. Los aparatos de a bordo ya no señalaban nada porque allí no había parámetros conocidos. No se sabía bien cuál era la velocidad ni la posición relativa. Sólo se sabía que, lentamente, el Cosmos conocido iba quedando atrás y que pronto lo perderían de vista, tal como sucedió un poco después. A bordo, la salud de ninguno de ellos era buena. Simplemente por analogías, Thaler calculaba que se encontraban recorriendo un Orbe que contenía al Universo entero, es decir, que estaban recorriendo algo que tenía como 50.000 millones de años-luz de diámetro, y el viaje seguía.

Cuando también cayeron enfermos, Thaler y Rirca se animaron mutuamente; los demás agonizaban a su alrededor. De pronto, al almirante notó que la espuma lechosa desaparecía y ante ellos aparecieron extrañas formas geométricas. Luego de un tiempo se produjo una tremenda explosión de origen incierto; la nave se sacudió y ellos cayeron al piso. Con lo que les quedaba de aliento, alcanzaron a ver una serie de luminosidades indescriptibles. Le sigue luego un período de sombras absolutas y entonces... cuál no sería su sorpresa cuando el hombre y la mujer alcanzan a ver, primero hacia abajo y luego en otras direcciones, un ignoto cielo estrellado, un espacio, virgen de toda mirada humana. A lo lejos, por uno y otro lado, distinguen claramente las estrellas, nuevos soles, miríadas de mundos perdiéndose en el infinito. No es el espacio que conocen. Es uno nuevo, distinto, mejor. Es el Nuevo Cosmos, un Universo para ellos.   
¡Lo he logrado! ¡Lo he logrado! –exclama Thaler abrazando a Rirca.
El viaje había llegado a su término. Era el final. Era el principio.

martes, 26 de noviembre de 2019

Borja Bilbao reseña El secreto de la ventriloquía, de Jon Padgett

Borja Bilbao completa sus reseñas de los nominados a los Premios Guillermo de Baskerville (organizados por Libros Prohibidos) con este análisis de El secreto de la ventriloquía, de Jon Padgett. ¡Espero que os guste!

Hay dos claves para entender la literatura de Jon Padgett. O, al menos, la que muestra en su colección de relatos El secreto de la ventriloquía. 

Lo primero es que el escritor nacido en Florida tuvo como mentor a nada menos que Thomas Ligotti, uno de los nombres imprescindibles de la literatura de terror del siglo XX. El legendario escritor, confeso predilecto del formato corto ante la novela larga, ha influenciado de manera obvia la obra de Padgett. No solo en conseguir un estilo uniforme tanto en temática dentro de una misma antología, sino en utilizar un objeto tan teóricamente inofensivo como el de una marioneta y su manera de darle voz para dar forma a un horror que transforme la realidad en una infinita ramificación de posibilidades a la hora de llevar a cabo la historia. 

Uno de los ejemplos más interesantes se encuentra en cómo Padgett, ventrílocuo profesional, propone en el relato troncal de la antología titulado ’20 pasos simples a la ventriloquía’ un manual de instrucciones para ser un ventrílocuo Supremo. No uno cualquiera, sino uno Supremo. Para ello se diferencian dos partes, una primera mitad orientada a ser un ventrílocuo estándar, principiante. A partir de ahí, queda en tu mano dar el paso y lograr que no solo tu maniquí sea controlable por ti, sino cualquier ser de tu alrededor. A costa de tu propia mente y la de los que te rodean. 

‘Infusorio’, relato relacionado en cierta manera con las instrucciones descritas previamente, nos cuenta la situación de una ciudad industrial en decadencia con un hollín salido de ninguna parte que cubre todo y a todos con consecuencias terribles. La manera de resolverlo parece estar relacionada con el fuego pero los resultados pueden ser terribles. Casi tan terrible como el relato que conocemos en ‘Susurros de una voz conocida’, donde en apenas unas páginas seremos testigos de la relación entre un niño que busca venganza y su hermano mayor. Un relato crudo y al grano, que merece ser leído aunque se lo único que leas de la antología. 

Con ‘El pantano cubierto’, tercer relato al que llega el lector si lee la antología de manera ordenada, es cuando empezamos a darnos cuenta de que Padgett en realidad sitúa la mayoría de sus relatos en un escenario similar. Los lugares, personas y situaciones comienzan a resultarnos familiares. Tan reconocible como el rompecabezas al que el autor nos somete en ‘Sueños Origami’, un relato donde las leyes de la física y la lógica se retuercen de manera imposible. Un relato que gana potencial leído dentro de la antología por lo reconocible que comienza a resultar llegado a este punto.

Uno de los grandes logros de Jon Padgett con El secreto de la ventriloquía es conseguir una antología temática donde todas las piezas del puzzle ganan poder y sentido según se van leyendo en el orden establecido en el volumen. Como era de esperar por parte de un ventrílocuo, Jon da voz a distintos personajes en unos lugares que, aunque de salida resultan amigables, posteriormente se dan la mano con el surrealismo y lo filosófico en un horror que asusta a la vez que por momentos repele al lector. Se trata de una obra que consigue lo que pretende: confundir, extrañar, aterrar, asustar y, definitivamente, alucinar. Una rareza que merece la pena descubrir.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Borja Bilbao reseña Porno religioso improvisado, de Laura Lee Bahr

Borja Bilabo nos trae hoy la reseña de Porno religioso improvisado, de Laura Lee Bahr, otra de las novelas nominadas a los Premios Guillermo de Baskerville (que, como sabéis, organizan desde Libros Prohibidos). ¡Espero que os guste!

Banda sonora de la reseña: Borja sugiere leer esta reseña escuchando From the Cradle of Enslave, de Cradle of Filth (YouTube) 

Apenas puedo creerme que ya hace más de cuatro años desde que leí Fantasma. La primera novela de Laura Lee Bahr, que al igual que Porno Religioso Improvisado llegó a nuestro país gracias a Orciny Press, fue toda una experiencia que, a pesar del tiempo que hace desde su publicación, sigo recomendando encarecidamente. Como añadido, aquella novela también sirvió para inaugurar una colección propia dentro del mismo sello editorial dedicada al Bizarro que, desde entonces, no ha dejado de dar alegrías con otro par de títulos publicados en digital que he tenido oportunidad de leer. 

Las expectativas son altas con la segunda obra de la autora y, en lo personal, no me ha decepcionado. Porno Religioso Improvisado, eso sí, no sorprende en su estructura y planteamiento como lo hacía Fantasma con aquella propuesta de Elige tu propia aventura pero elige todas a la vez. Sin embargo, muchos de los ingredientes siguen ahí y están colocados de una manera sumamente interesante que mantiene el interés a lo largo de la lectura. Esto, que en un principio significa una experiencia no tan inmersiva como la de aquella novela, se ve compensaba con una historia tan irónica como trágica.

La novela se divide en dos tramas, ambas separadas por unos pocos años. En la primera, situada en el pasado, nos ponemos en situación de Dominique Colt y el crimen que cometió al asesinar a su prometido y al amante gay de ambos durante uno de los juegos sexuales que acostumbraban a llevar a cabo. La historia de Colt sirve de inspiración para que años después Mads escriba un guion de una película basándose en el truculento suceso. Sin embargo, en la meca del cine las cosas no son fáciles y el sueño de Mads de contar con George Clooney como actor en su película no será nada sencillo. 

Para colmo, Mads tendrá que vérselas con la secta vampírica que está absorbiendo a uno de sus amigos. En paralelo, Mads se reunirá con gente que intenta prometerle financiación rápida para su proyecto, contactos dentro del difícil mundo de los representantes y, de paso, alguna proposición indecente que pueda acelerar el proceso de llevar a cabo su película.

Con apenas doscientas páginas, Porno Religioso Improvisado pone sobre la mesa numerosos temas, algunos aún tabú en el mundo actual en el que nos encontramos. Muchos de ellos pueden pasar desapercibidos gracias a la habilidad de Bahr para crear una trama adictiva, donde pasan muchas cosas todo el rato (esto me recuerda a Fantasma y la necesidad de pasar paginas para ver hasta dónde puede enrollarse la trama) y donde lo bizarro forma parte de manera natural del día a día de los personajes. 

Estad preparados, durante la lectura de la novela, para encontraros escenas de sexo de alto voltaje que no por ello dejan de tener su ironía y sus toques de humor. Suicidios que suceden de una página para otra. Un repaso, crítico, a los trapos sucios de Hollywood a la hora de querer llevar tus proyectos a cabo. Sectas que no dejan títere con cabeza con objeto de lograr sus ambiciones. Y todo ello en dos historias que se alternan hasta descubrir los detalles del crimen que conocemos desde la primera línea pero que no veremos materializarse hasta la última página. 

Como decía al principio, no es Porno Religioso Improvisado una novela que rompa esquemas y estructuras como lo hacía Fantasma. Es por ello un libro más accesible para iniciarse en la obra de Bahr o en el bizarro. Sin embargo, su medida longitud ayuda a pasar un muy buen rato leyendo una historia que se sigue con interés gracias a sus múltiples capas de lectura, todas ellas enfocadas a descubrirnos la realidad que se esconde detrás de cada uno de los individuos con los que nos cruzamos cada día. Porque, ¿quién no tiene un amigo vampiro nivel 3?

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Borja Bilbao reseña El pescador, de John Langan

Es un placer volver a contar con Borja Bilbao en Sense of Wonder, sobre todo si es para reseñar una de las novelas nominadas a los Premios Guillermo de Baskerville 2019 (organizados primorosamente, como cada año, por Libros Prohibidos): El pescador, de John Langan. ¡Espero que os guste!

Banda sonora de la reseña: Borja sugiere leer esta reseña escuchando Moby Dick, de Led Zeppelin (YouTube, Spotify)

La añoranza por lo perdido, sea material o inmaterial, y el afán en buscar algo que sustituya ese hueco no físico que ha quedado en tu mente marca las principales líneas de El pescador. Uno de los comentarios más habituales cuando, de un día para otro, tu vida pierde sentido y tu brújula no es capaz de hacerte tomar ningún camino es que debes buscar un nuevo rumbo. Un nuevo objetivo en que ocupar tus pensamientos.

Abe, el protagonista de esta novela, encontrara en la pesca ese nuevo quehacer tras la muerte de su mujer poco después de casarse. Y junto a él su compañero de trabajo, Dan, quien recientemente perdió a su mujer e hijos en un trágico accidente de tráfico que aun visiona en cada cruce de caminos. La ausencia de derrotero por el que caminar por parte de ambos fuerza una relación que apenas va más allá de la mera formalidad y educación. Abe y Dan se suben a su coche buscando el mejor lugar donde pescar una buena pieza, en un intento de Abe por ayudar a su compañero. Dan no es inicialmente un gran admirador de esta actividad pero conforme se habitúa a ello se anima un poco más. 

Será durante el viaje al Arroyo del Holandés, lugar de múltiples leyendas que alimentan una truculenta historia, cuando paren a descansar en una estación de servicio donde el dependiente les interrogara sobre su destino y, tras su respuesta, les cuente una historia que en sí misma ya bien justifica una novela propia. 

El pescador son dos novelas en una. La historia que el camarero les cuenta no solo ocupa prácticamente la mitad del texto, sino que en sí misma contiene todos los elementos que uno puede esperar de una novela de terror. Su momento temporal difiere completamente del principal y cuenta la construcción de un embalse en las montañas cercanas a la ciudad de Nueva York con elementos sobrenaturales que nos traen recuerdos de películas del género recientemente aclamadas. Lo que sucedió en aquel lugar décadas atrás servirá para precipitar los acontecimientos del último tercio del libro donde la acción vuelve a hombros de Abe y Dan y el retorcido destino que les espera a ambos en el mencionado arroyo.

Cuenta Langan en la sección de agradecimientos que el libro le llevo más de una década escribirlo. Y esto tiene todo el sentido del mundo por cómo de cuidado esta un texto que sugiere y muestra a partes iguales, provocando rechazo e impresión según avanzan las páginas. Los elementos que nutren las dos historias de la novela son clásicos: monstruos, dioses, fantasmas, brujería, persecuciones raciales y religiosas, etc. Sin embargo, Langan nos lleva de unos a otros sin apenas dejar descanso al lector. Cuando, como lector, paras y repasas el último puñado de páginas leídas resulta impresionante la cantidad de piezas que han ido encajando en una historia tan completa. 

Con esto, cabe decir que El pescador no es una lectura fácil ni de rápida digestión. Sin apenas diálogos pero con una alta carga descriptiva, la novela requiere cierta atención y seguimiento de los acontecimientos donde, para completo disfrute, está prohibido avanzar página sin haber asimilado lo que el texto te ofrece. Esto no será bien recibido por todos los lectores pero a la vez le da identidad propia al relato. Un texto que, dicho sea de paso, cuenta con una espectacular traducción por parte de Alberto Chessa.

La editorial Biblioteca de Carfax nos trae a España el premio Bram Stoker de 2016. Una novela que gracias a una detallada narración ofrece una historia con todos los elementos de terror que uno puede esperar, encajados durante la mayor parte del texto con acierto, otros no tanto, dejando una lectura que para mí ha sido algo irregular en ritmo pero abrumadoramente evocadora en lo imaginativo. Por eso, y por ser una novela fuera de lo habitual, ya merece una oportunidad de ser disfrutada. El viaje al Arroyo del Holandés no os dejara indiferentes. Si sobrevivís. 

martes, 29 de octubre de 2019

Leticia Lara reseña Salvation Lost, de Peter F. Hamilton

Es un placer rescatar el blog del letargo para ofreceros una reseña de Leticia Lara, del imprescindible Fantástica Ficción, que hoy nos habla de Salvation Lost, segunda parte de Salvation, de Peter F. Hamilton. ¡Espero que os guste!

Banda sonora de la reseña: Sugiero leer esta reseña escuchando Salvation, de Dover (YouTube, Spotify)

Elías vuelve a darme la oportunidad de leer a Peter F. Hamilton, en esta ocasión con Salvation Lost, la continuación de Salvation. Aunque la primera entrega de la saga prometía mucho, lo cierto es que en este segundo libro los defectos están más a la vista y el disfrute de la novela se resiente. Pero analicémoslo por partes.

En Salvation Lost el autor ha perdido el elemento sorpresa que se reservaba para el final de Salvation, así que como ya no tenemos ese “misterio” como hilo conductor, el interés en la lectura se tiene que mantener por otras razones. Por desgracia, al menos en los primeros capítulos los ganchos utilizados son un tanto chabacanos. Las escenas de sexo se suceden sin mucho concierto y aparentemente sin necesidad, cuando quizá lo que nos interesaría es ver el desarrollo de los planes de defensa del planeta Tierra, que quedó en una situación un tanto precaria. Y tampoco parece importante dedicar varios capítulos a cómo se reconcilia una pareja de mediana edad en un ático de Londres mientras el mundo se desmorona alrededor. Puede que en la tercera parte tengan un papel muy relevante, pero en este libro parece que sus historias son de relleno y para aportar un punto de vista que parece superfluo. Esto se podría pasar por alto si al menos las nuevas incorporaciones de personajes fueran atractivas, pero es que no alcanzan a hacer sombra a los que ya conocíamos. 

No obstante, en las ocasiones en las que la novela se centra en los puntos de interés, vemos cómo se despliega un plan destinado a extenderse durante miles de años. Eso sí es apasionante y es lo que me daba ganas de continuar leyendo, aún lastrada por los problemas que he mencionado anteriormente. Subterfugios ocultos en intrigas envueltos por señuelos que nos harán pensar un poco. La línea temporal del futuro se va aclarando en parte, aunque una nueva incorporación con un papel poco claro nos puede hacer dudar de la efectividad de los planes que se desarrollaron en su momento; esta parte es quizá la más atractiva del libro.

Hamilton es un maestro narrando escenas de acción salpicadas por nuevas tecnologías. Estos desarrollos convierten cualquier enfrentamiento más en un choque de intelectos y gadgets que en una pelea en la que el físico tenga algo de importancia y de estos también tenemos unos cuantos a lo largo del libro. Escenas como sabotajes e infiltraciones, asaltos a naves espaciales y misiones prácticamente suicidas que colmarán las ansias de los amantes de la acción.
La proximidad de una catástrofe es capaz de sacar lo mejor y lo peor de los seres humanos, como refleja el británico en algunos capítulos especialmente duros, más por los detalles escabrosos que por los resultados globales, aunque es posible que esa distinción sea precisamente la que haga más mella en el lector.

En resumen, Salvation Lost es un retroceso respecto a Salvation, ya que adolece de algunos de los problemas que Hamilton ya mostró en obras anteriores. Sin embargo, no podremos juzgar la trilogía como un todo hasta que lleguemos al capítulo final, que leeré con mucho interés.