Banda sonora de la reseña: Si alguien tiene valor y estómago suficiente, puede leer esta reseña mientras escucha Dannaya de Dover (Spotify, Youtube). Por supuesto, no es obligatorio y, en este caso, ni siquiera recomendable.
Fue hace ya unos cuantos años, pero aún recuerdo vivamente aquel día en que mi tío de América vino a comer a casa. Mi madre se había pasado buena parte de la mañana en la cocina preparado un guiso de patatas y pollo. A mi tío debió de parecerle delicioso, porque se esmeró todavía menos de lo habitual en cerrar la boca al masticar y en suprimir los ruiditos de deleite al deglutir. Después de ver cómo repetía dos o tres veces, mi madre ya no pudo contenerse: "Parece que te ha gustado el pollo...". Mi tío, con trocitos de comida aún en la boca, le contestó con una de esas frases que definen un carácter para la posteridad: "¿Pollo? A mí no me gusta el pollo. Pero esto está bueno porque no sabe a pollo."
Zendegi es, en cierto modo, un guiso de pollo que no sabe a pollo, una novela de ideas diluida, un Egan homeopático.
Me es imposible ocultar que, siendo fan irredento del autor australiano, leer Zendegi me supuso una pequeña gran decepción. Ya en Incandescence, dos años antes, Egan había abandonado en gran parte la carga metafísica de su producción anterior, con una obra más en la línea del hard clásico que en la de sus novelas más atrevidas. De hecho, si uno piensa en una reescritura de Misión de gravedad de Clement con toques de El crisol del tiempo de Brunner se puede hacer una idea bastante correcta de lo que es Incandescence. Pero es que en Zendegi, además, Egan parece hasta renegar de la ciencia y escribe una historia totalmente "desegainada".
Y si a Egan le quitamos la especulación filosófica y las grandiosas ideas científicas, ¿qué nos queda? Porque su prosa y su capacidad para construir personajes no han sido nunca, ni lo son tampoco en Zendegi, como para tirar cohetes. Es más, puesto que Zendegi es una historia sobre la pérdida y el recuerdo, estas carencias se hacen aún más evidentes.
El único atisbo de las motivos puramente eganianos lo encontramos en el tema de la conversión de la mente en software. Pero incluso en esto, Egan es sólo una sombra de lo que fue. No hay atisbos aquí de dispositivos como la "joya", no hay teorías del polvo ni alfombras de Wang. Al contrario, el autor parece hasta pesimista sobre las posibilidades de lograr duplicar una consciencia mediante un programa informático. Más que de una copia digital hablamos aquí de una versión analógica, como bien se insinúa con la metáfora de los vinilos y el mp3 en la primera parte de la novela.
El libro, por otra parte, no deja de tener sus aciertos. Es una lectura amena y, desde luego, abismalmente más sencilla que otras obras del autor. Y no deja de resultar curioso cómo Egan fue capaz de anticipar, casi punto por punto, los sucesos de la Primavera Árabe, algo que, por otra parte, he oído que también es cierto de This is not a Game de Walter Jon Williams. Lamentablemente, estas virtudes saben a poco, siguiendo con el símil del guiso, y el conjunto global deja al comensal con ganas de un plato más contundente.
No quisiera que se me malinterpretase. No considero, ni mucho menos, que el que un artista decida reinventarse sea necesariamente malo. De hecho, soy un fan de la época de Devil came to me de Dover, pero quizá el disco que más me gusta del grupo es Follow the city lights. Ahora bien, los cambios radicales son inherentemente peligrosos y si uno no anda con cuidado corre el riesgo de parir un I Ka Kene. ¿Cómo era el dicho? Ah, sí, "zapatero a tus zapatos".
Reconozco que en lo que a Egan se refiere a veces me ciega la pasión y que el baremo que utilizo para juzgar su obra es infinitamente más estricto que el que reservo para otros autores. Por eso, quizá sea prudente tomar estas opiniones que he escrito con el corazón en la mano, con una cierta distancia. De hecho, personas cuyo criterio tengo en muy alta estima (como Miquel Codony, que publica hoy mismo la traducción al castellano de su reseña, que anteriormente había aparecido en catalán) tienen una opinión mucho más positiva de esta novela. Aún así, no puedo en buena conciencia recomendar Zendegi. Sobre todo porque quizá algún lector se acerque por primera vez a la obra de Egan a través de esta novela y saque la equivocada impresión de que es una muestra significativa de su producción. Flaco favor les haría a ambos.
No sé muy bien qué conclusiones sacaría Egan de su experimento culinario. Afortunadamente, en The Clockwork Rocket (del que pronto hablaré aquí) el autor vuelve por sus fueros. Y es que, a mí, me gusta que el pollo sepa a pollo. Y prefiero mi Egan con mucha eganina, por favor.
Otro fan de Egan. A ver qué tal es está nueva novela, porque ya no solo tu reseña, si no que he leído alguna otra que dice más o menos lo de "Egan descafeinado".
ResponderEliminarPero bueno, será cuestión de leer y comentar.
Fer
Claro que sí, eganina de la dura! y que se deje de margaritadas, que para eso hay autores a porrrón..
ResponderEliminarFer: Lo podría decir más alto, pero no más claro ;)
ResponderEliminarSr. IA: Jejeje, me gusta lo de "margaritadas" :)
La reseña me confirma la idea que me había hecho leyendo algunos reviews ingleses. Me alegré un montón al ver a bibliopolis lanzarse al fin con las novelas del Sr. Egan, pero... uff, creo que no. De bibliopolis sólo puedo conseguir sus titulos tirando de la importación, así me que reservo tal lujo para otras apuestas más "fuertes" ("Accelerando" de Stross es el próximo que cae fijo :)
ResponderEliminarTenía mis dudas y no precisamente mucho interés en leerla, pero al leer este comentario ya lo tengo claro, paso.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarA mí Zendegi me pareció más bien un entremés, una novelita sin muchas complicaciones, pero que llegado un momento llegó a tocarme la fibra tirando de drama, un drama sin mucho aspaviento (toda la novela se desenvuelve con cierta moderación), que sirve de puente perfecto hacia la segunda parte en la que las especulaciones del australiano me dejaron plantéandome varias cuestiones mucho tiempo después de haberla leído. Más que "cocido de pollo que no sabe a pollo" yo diría que es una especie de barrita energética con alto contenido en reflexión, especulación que asusta por lo rigurosa y probable que parece, y un más que merecido toque de atención a los iluminados del transhumanismo, con Ray Kurzweil a la cabeza. En ese sentido, creo que nunca he visto a un Egan más lúcido. Vamos, que no coinicido mucho con las opiniones vertidas por aquí, que parecen coincindir en los tópicos más arraigados del cerrilismo hard.
ResponderEliminarComo espero que refleje mi reseña (gracias por el enlace, Odo) me siento cercano a la opinión que expresa Ultra VGA (aunque no usaría la palabra "cerrilismo", la verdad...). Estoy de acuerdo con esta y muchas otras reseñas en que Egan da lo mejor de sí en novelas más "hard". Sin embargo, las ideas que plantea aquí son interesantes, bien tratadas y, en resumen y volviendo al comentario de Ultra VGA, lúcidas. La novela es irregular y tarda en despegar pero cuando lo hace vuela alto.
ResponderEliminarEgan es uno de mis escritores de cifi preferidos. Siempre valoro que los escritores traten de salir de su producción habitual y traten de explorar caminos diferentes. Lo que es evidente es que quién no camina no tropieza, y quien no explora no se pierde. Hace poco (en privado) Odo me tildó, en un contexto jocoso, de lector fronterizo. Me encanta la etiqueta y lo cierto es que me identifico con ella. Quizás por eso me atraen los intentos de expandir o modificar sus límites como los de Egan en Zendegi.
¡Bien hecho Greg!
Anónimo: Recomiendo mucho más Accelerando que Zendegi, sin duda alguna
ResponderEliminarInstan: Conociéndote creo que Zendegi no te dejará satisfecho. Otra cosa es The Clockwork Rocket, de la que hablaré dentro de poco
Ultra VGA: Precisamente porque mé se un "hard cerril" incluí la nota de advertencia "quizá sea prudente tomar estas opiniones que he escrito con el corazón en la mano, con una cierta distancia" y enlacé a la reseña de Codony que es mucho mejor y más equilibrada. Aún así, sigo manteniendo mi opinión: quien, como yo, sea un "hard cerril" es mejor que no se acerque a Zendegi.
Codony: No puedo coincidir en que la ideas de Zendegi sean interesantes. No quiero entrar en spoilers, pero la tecnología que Egan plantea es, muy obviamente, no apta para el fin que el protagonista persigue. Para ese viaje no hacían falta esas alforjas.
Hombre "mucho mejor" no, más equilibrada quizás. Son puntos de vista diferentes, simplemente.
ResponderEliminarYo no hablo tanto de si la tecnología es apta, lo cual me parece una muestra más de tu cerrilismo hard (¡Perdón, perdón! ¡No he podido resistirlo!) como de la reflexión acerca del significado que se le quiere dar a esa tecnología.
Tres cuartos de lo mismo: una tecnología que, incluso hoy en día, sólo se toma en serio para rellenar tres minutos en el telediario después de los deportes no me inspira ninguna reflexión acerca de su significado.
ResponderEliminar¿Cerrilisimo Hard? No, lo siguiente XD
Parece que sí que hay gente que se toma la tecnología de la habláis bastante en serio:
ResponderEliminarhttp://www.nature.com/news/billion-euro-brain-simulation-and-graphene-projects-win-european-funds-1.12291
No es posible saberlo con detalle a partir de la noticia, pero mi impresión es que esa investigación es muy diferente de lo planteado en Zendegi. De hecho, da la impresión de que se persigue conseguir una simulación completa del cerebro, al estilo de la "joya" que aparece en relatos como "Learning to be me".
EliminarEn cambio, en Zendegi la idea es guardar "recuerdos", "vivencias" de las personas y luego simularlas a partir de ese conjunto de datos. Es precisamente el enfoque opuesto.