lunes, 23 de septiembre de 2019

Relato: La edad de los Toledos, de Daniel Verón

Daniel Verón
Tras la excelente acogida que tuvo Polvo de estrellas, el primer relato de Daniel Verón que publicamos en Sense of Wonder, es para mí un inmenso placer poder ofreceros otra historia que el autor generosamente nos ha cedido. Espero que os guste mucho y os recuerdo que podéis contactar con Daniel y acceder a otros cuentos suyos mediante su perfil de Facebook

Hasta que llegó la Edad de los Toledos y todo cambió. Algunos de los últimos grandes almirantes fueron Ohatis, Rameyer y Knowas. Luego de eso ya no hubo más federales que recorrieran el Cosmos de un extremo al otro. Los Pantocratores, más los Grandes Sabios, que controlaban la inmensa mayoría del Universo conocido, determinaron que ya era suficiente. Que el HS (Hombre Solar) había recorrido un largo camino para llegar a este punto. Que los federales ya no se ocuparían de recorrer millones de DUL (diámetros de universos locales), sino que el Hombre Solar podía delegar esta tarea, actualmente considerada menor, en otros seres que también estuvieran a su servicio. Para esto fueron creados los Toledos.

A decir verdad, luego de varios miles de millones de años, el Hombre Solar parecía haber cumplido sobradamente con este magno desafío que tuvieron ante sí sus ilustres antepasados. Por supuesto que cuando el HS apenas se asomó a los confines del Sistema Solar o cuando llegó a la estrella más próxima (Alfa Centauro), la tarea se veía tan inmensa que muchos creyeron que nunca tendría fin. Que pasarían los eones y, el HS aún estaría recorriendo las estrellas en alguna galaxia, en algún supercúmulo o vaya a saber donde. Sin embargo, el tiempo había pasado y el HS llegó prácticamente a cada rincón del Universo conocido. Sus grandes kosmokratores habían llenado páginas de gloria de la historia en lo concerniente al Modelo Humano. Cientos, miles y hasta millones de años se habían ido en esta fabulosa epopeya. Centenares de millones de planetas conquistados, miles y miles de razas inteligentes, sistemas planetarios completos, inmensidades de tiempo y espacio, todo eso tenían en su haber los grandes caudillos de la Federación. Hasta tal punto se trataba de una auténtica conquista, que el HS se había apropiado de millones de planetas para sí mismo, colonias espaciales que los llamaban. Y en cuanto a los mundos ya habitados por civilizaciones importantes, la Federación había dejado embajadas o delegaciones completas que proseguían su tarea. De hecho, uno de los elementos más notables de este magno proceso de conquista era la creciente absorción de otras razas. Así, los viejos enemigos se habían vuelto pacíficos, las razas ajenas al MH aceptaron colaborar con éste, mientras que otras eran, francamente, sometidas para los intereses de la Federación.

Eran varios los Pantocratores que habían llevado adelante este proceso. Entre los principales figuraban Zoser Korek, Dan-El Varonn, Starmack Midas, Gedeón Solar, y Gaspar Thorklind, por ejemplo. No hay duda que ellos eran quienes habían hecho de la Federación la organización más importante del Cosmos conocido. Es que ellos no sólo habían sido exploradores en su momento, sino que luego fueron los que establecieron una serie de objetivos de primer orden para el HS y para el MH en su totalidad.

De igual modo, muchos profetas habían anticipado que este momento llegaría. La exploración del espacio, que antes llenara de gloria a grandes almirantes, ahora se había vuelto una actividad menor y, en cierto modo, rutinaria. De las miles y miles de flotas que recorrían las galaxias y supercúmulos, muchas de ellas se habían cruzado con frecuencia o bien recorrían inmensas regiones que ya eran bien conocidas, gracias a viajes anteriores. Incluso existían anécdotas pintorescas de mundos “descubiertos” dos veces o bautizados con nombres diferentes. Más asombrosas eran las historias de almirantes que creían hallar nuevas razas, descubriendo, finalmente, que sólo se trataba de grupos rebeldes a la Federación o hasta de colonos provenientes de otro tiempo pero que, fuera de toda duda, pertenecían a la raza del HS. 

Es por estas y muchas otras causas que los Pantocratores de la Federación determinaron delegar esta tarea en otros. Para ello crearon la raza de los Toledos. En esta época, 7.000 millones de años después de los viajes de Gedeón Solar, por ejemplo, la Federación disponía de una cadena de mundos exclusivamente dedicados a la investigación biológica. En concreto, el plan fue llevado a cabo por el Supremo Varkis Zeronasis, una eminencia en biología, con el nombre de Proyecto Zoe. Este apuntaba a crear diversas formas de vida, no sólo los Toledos, que fueran útiles para la Federación.

Pero el caso puntual de los Toledos puede decirse que eran una raza hija de HS, y una variante más dentro del MH. Su aspecto era muy semejante al auténtico hombre terrestre, pero estaba dotado de una serie de cualidades, entre ellas, por supuesto, la obediencia. Los federales necesitaban de una raza que les obedeciera irrestrictamente sin tener problemas de conciencia por ello. 

Por lo tanto, los Toledos fueron probados durante largo tiempo. Se estudió su organismo, su lenguaje, su método de reproducción, su vida social y su inteligencia. Los federales experimentaron un gran entusiasmo al comprobar que los Toledos eran algo así como máquinas que podían ser programadas según sus deseos. Se trabajó arduamente en transmitirles muchos de los conocimientos que los federales tenían sobre el Cosmos, hasta que, aproximadamente un siglo después, Zeronasis y su equipo lograron enviar una tripulación completa a bordo de una flota experimental. Independientemente de este hecho, una colonia de Toledos ya estaba radicada en el planeta Mediatarde, de la galaxia Fórmix. Maravilloso era ver que estos seres entendían las órdenes y qué era lo que se esperaba de ellos.   

Desde luego, muchos se preguntaron a qué pensaban dedicarse los Hombres Solares luego de delegar tan magna empresa en los Toledos. La respuesta es muy simple: al Tiempo. Frente a la conquista del tiempo, la exploración del espacio parecía un juego de niños. Basta con que comparemos, que un área espacial cualquiera poseía simultáneamente tres tiempos: pasado, presente y futuro. De este modo es posible entender claramente que para explorar el tiempo en su totalidad, el esfuerzo era el triple de lo que proponía la conquista del espacio.

Además, desde la época de la Patrulla del Tiempo, los descubrimientos eran cada vez más sorprendentes. Los federales habían descubierto que el pasado, por ejemplo, se podía modificar indefinidamente, y que cada pasado subsistía en algún compartimiento cósmico, de tal modo que el futuro no necesariamente era modificado. Estas y muchas otras posibilidades hacían que ahora los Pantocratores prefiriesen volcar sus esfuerzos a todo lo que fuera el Tiempo, independientemente de en qué área espacial se hallaran.

No era esto todo, tampoco. Sucede que, a través del tiempo, el HS había descubierto nuevas dimensiones de las que ni siquiera se tenía idea que existieran. La sorpresa había sido tan grande que muchos sabios opinaban que se trataba simplemente de NUEVAS dimensiones, que no estaban presentes en los primeros eones de vida del Universo. Esto era de especial importancia porque reforzaba las teorías de otros, en cuanto a que el Cosmos estaba en permanente creación y que, por lo tanto, la exploración del mismo nunca tendría fin.

Tal como hemos dicho, los almirantes Ohatis, Rameyer y Knowas, fueron los últimos HS que estuvieron al frente de flotas espaciales de la Federación o, bien, de equipos exploradores. Específicamente, le tocó a Genard Knowas ser el último de todos, el cual, en una impresionante ceremonia realizada en Pausas-5, le entregó el mando de la principal flota de la Federación al capitán Junius Answer, un Toledo que para entonces ya tenía unos 40 años de vida. Answer había pasado muchos de esos años recorriendo el espacio en diferentes direcciones, acompañando a otros grandes almirantes y era, por lo tanto, uno de los Toledos más capacitados para esta tarea.

Puede decirse que a partir de ese momento, más que nunca, el objetivo supremo de los Toledos fue la exploración del espacio, tal cual lo habían hecho los federales desde tanto tiempo atrás. Es cierto que ellos obedecerían indicaciones concretas de sus creadores, pero también estaba previsto que, frente a lo desconocido (algo que sucedería incontables veces), los Toledos estaban autorizados a tomar decisiones por sí mismos.

¿Cuál era el beneficio que los Toledos obtenían de todo esto? Además de ocupar un lugar importantísimo en la historia cósmica, ellos tenían la posibilidad de habitar cuantos mundos quisieran, en tanto esto no perjudicara a la Federación de un modo u otro. El motivo es que de los cientos de miles de millones de mundos habitados por los federales, el HS tenía previsto abandonar algunos, por cuanto no reportaban ningún beneficio para ellos y sí mucho esfuerzo. Así que los Toledos tendrían lugares de sobra adonde asentarse.

Por otra parte, el Supremo Zoronasis y sus colaboradores les habían dado características muy especiales. Entre ellas figuraban: el tiempo de concepción de la mujer había disminuido de 6 a sólo 3 meses, el crecimiento del niño demandaba apenas 5 años y la mayor parte de estos recibían un excelente aprendizaje en toda clase de temas. Puede decirse que para los 10 años de edad, ya era un adulto completo. También es cierto que se les inculcaron una serie de principios éticos y morales para que su vida no fuera un desastre, como era el triste ejemplo del pasado del hombre terrestre. De esta forma, los Toledos crecían en medio de familias sólidas, formaban luego cada uno la suya y, sobre esto existía una estructura similar a la de los clanes, adonde el contacto entre diferentes familias subsistía indefinidamente. Salvo accidentes de suma gravedad, no estaba previsto que los Toledos murieran, ya que su organismo se autoregeneraba.    

Obviamente, estos seres le debían absolutamente todo a los federales, aún su misma existencia, como también el mostrarles cuál sería el objetivo supremo de su vida. Sin embargo, Varonn y otros Pantocratores habían puesto especial cuidado en que no se estableciera una relación mítico-religiosa con ellos. Los Toledos podrían comunicarse cuantas veces quisieran con ellos aunque, al mismo tiempo, estarían tan ocupados en cumplir con su misión que difícilmente lo harían.

Junius Answer agradeció en nombre de todos y aseguró que pensaban estar a la altura de lo que los federales esperaban. Sobre él recaía la inmensa tarea de organizar las primeras exploraciones y de colonizar tantos mundos como pudieran, dándole así un espacio físico a su raza.

En relación a la exploración, los caudillos de la Federación les aconsejaron dirigirse a una región de Supercúmulos de interés, ubicados hacia Centauro, que las flotas de la Federación habían prácticamente pasado por alto luego de hallar otros objetivos estratégicos de mayor interés. En cuanto a las demás flotas, todas ellas fueron enviadas a patrullar y supervisar las regiones más conocidas. Allí debían contactarse con las principales razas y establecer un plan de cooperación e intercambio. En otros lugares, en cambio, se determinó que los Toledos ocuparan ciertos planetas que los federales habían optado por abandonar. Por supuesto que, en todos los casos, se trataba de mundos de características más o menos terrestres.

Mientras tanto, la flota de Answer se dirigía al Supercúmulo C de Centauro. El trabajo era enorme, por cuanto muchos de los Toledos recién se estaban familiarizando con algunos equipos técnicos de última generación. Claro que, después de Answer, el principal oficial científico era Marnin Heyze, un especialista en cosmología que ya conocía ciertas zonas del Cosmos. Entre la tripulación también figuraba Aradia, una jefa de personal que hacía de nexo entre Answer y los equipos de colonos que trabajarían a millones de años-luz de allí. Fuera de eso, los Toledos, como raza, crearon varias comisiones que supervisarían las diferentes actividades. Lo cierto es que nunca antes en la historia cósmica, una raza había tenido ante sí tantos desafíos a la vez y con tantos elementos a su favor. Tal vez esto hacía que los Toledos  se sintieran muy seguros y se los viera disfrutar de todo este trabajo. Reemplazar al HS en el ambiente cósmico ciertamente no parecía cosa fácil, pero ellos se sentían muy confiados en lograrlo.

La primera de todas las misiones ejecutadas por Answer se desarrolló en forma impecable. El capitán obró con prudencia y así se internaron en aquel cúmulo de galaxias que los federales habían pasado por alto en su momento. De enorme interés resultó, entonces, encontrar una raza MH, del tipo andromedano, que poseía una tecnología impresionante.

Al igual que los viejos almirantes del pasado, Answer fue cumpliendo con todos los pasos que normalmente se cumplen en estos casos, a saber, la comunicación visual a distancia, gestos de amistad recíprocos, y una invitación concreta de la raza Masimarca, tal era su nombre, a visitarlos. Answer se hizo acompañar por varios de sus principales oficiales y algunos minutos después, él y su interlocutor, el Regente Toner, se saludaban frente a frente.

Answer y los demás Toledos observaron las instalaciones artificiales con mucho interés. Adondequiera que miraran era notoria la gran tecnología desarrollada por estos seres MH. A la distancia vieron una ciudad de características realmente asombrosa, que era una de la capitales del planeta. Por otra parte, Toner era un hombre amable, que les explicó que su raza era, en cuanto a lo humano, la principal en aquella galaxia y, probablemente, en todo el Supercúmulo C. Los Toledos simplemente se presentaron como una de las tantas razas exploradoras que hay en el Cosmos. Después de todo, eso es lo que eran. En esta clase de protocolos nadie se detiene a explicar cuál es su origen, ni tampoco hay muchos que les importe, salvo los científicos.

Sin embargo, sucedió algo completamente inesperado. Una vez que se dispuso que Answer y los demás permanecieran por unos días allí, y tras asistir a una reunión de bienvenida, Toner les comentó que al otro día estaba previsto un evento bastante importante, al cual ellos ahora estaban invitados.

¿De qué se trataba? Los Masimarcas eran expertos en todo lo concerniente a la investigación subatómica. Para eso, habían logrado reducir hombres y naves exploratorias al mínimo tamaño subatómico posible, invisible a los ojos comunes. En el espacio subatómico, sus científicos llevaban varias centurias descubriendo cosas realmente increíbles. Por ejemplo, vieron que muchos átomos eran verdaderos sistemas solares en miniatura, con una vida mínima, y que, en ellos mismos, no sólo existían formas de vida, sino hasta razas inteligentes, según de qué clase de átomos se tratase. Los Masimarcas tenían bien estudiado todo esto, pero la tarea en sí era inmensa. Sólo un trabajo metódico a lo largo de millones de años podía completar ese trabajo.

Pero Toner era un renovador. A él le interesaban las estrellas, los planetas, las galaxias, ver qué era lo que había más allá, en lo profundo del Cosmos. Como esta tarea se había revelado tanto o más inmensa que la del espacio subatómico, Toner había concebido una idea que al principio fue muy discutida, pero luego aceptada plenamente: Se trataba de crear seres especialmente aptos para el universo subatómico, los cuales continuarían la tarea emprendida por ellos. A cambio, los Masimarcas se consagrarían íntegramente a viajar por las galaxias, tal como los Toledos lo hacían. El caso es que, al día siguiente, se produjo una gran ceremonia en donde el mismo Toner realizó el primer lanzamiento subatómico de una misión tripulada por Cranes, la diminuta raza creada recientemente y sólo para este fin.

En cierto momento, Answer y Heyze se miraron. Es que todo lo que estaban viendo era tan similar a su propio caso en relación a los federales que luego, en un aparte, el capitán sintetizó lo que ambos pensaban: 

– Seguramente esto se ha repetido miles de veces y nosotros somos un eslabón más en la cadena, lo mismo que los federales. El problema es saber quiénes delegaron este poder en otras razas creadas para este fin. Además, falta saber el motivo. ¿En qué estarían tan ocupados, que ya no continuaron con lo que estaban haciendo?

Una vez más el silencio fue la respuesta.


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