jueves, 5 de abril de 2018

Pablo Bueno reseña Sopa de elegidos, de Pablo García Maeso


De Pablos va hoy la cosa. Nuestro querido Pablo Bueno reseña para nosotros Sopa de elegidos, de Pablo García Maeso, una obra que logra algo nada fácil: conjugar fantasía y humor. ¡Espero que os guste!

Banda sonora de la reseña: Pablo (Bueno) sugiere leer esta reseña escuchando The World is New, de Save Ferris (Spotify, YouTube). 

Este pasado 2017 Pablo García Maeso acudió al Festival Celsius para hablar de su Sopa de elegidos en una descacharrante multipresentación sobre el humor en la literatura de género en nuestro país. Aparte de tener un alto porcentaje de culpa en que dicha mesa fuera una de las más divertidas de esa edición, personalmente me sirvió para confirmar algunas de las impresiones que ya tenía acerca de él. Si alguno todavía no lo conocéis, es posible que os suene también de la web de Viruete o del programa Vuelo 180, uno de los podcast más gamberros y divertidos de nuestro país. 

Con estos antecedentes ya habrá quedado claro que sí, sin ninguna duda Pablo es un tipo que maneja el humor con la fluidez del que habla en su idioma natal, pero sobre todo es también el poseedor de un ingenio tan rápido como afilado. Y eso es lo que más me interesa para esta reseña. Digo esto porque una de las primeras impresiones que me vinieron a la cabeza cuando comencé Sopa de elegidos, incluso por delante de todo lo que tuviera que ver con el humor, fue que Pablo utilizaba el lenguaje con una soltura y una elegancia más que notables. Quedaos con esto, porque luego volveremos a ello. 

Pero ya llevamos un buen trecho de reseña y todavía no hemos hablado de la novela en sí, así que permitidme que comience diciendo que, para muchos, es muy probable que Sopa de elegidos no sea del todo lo que están esperando. Ni por el lado del humor, ni por el de la épica. La buena noticia es que es más que probable que lo que se encuentre el lector resulte incluso mejor que lo que esperaba.
Entre los personajes de esta historia destacan, obviamente, sus dos protagonistas, Fusa Goretti y Knork El Impredecible. La primera, humana y joven, solo aspira a mantener la beca que disfruta para culminar sus estudios de alquimia y garantizarse una vida tranquila, mediocre y sin sobresaltos. Justo lo que el destino se empeña en negarle. Por otra parte está Knork, orco, veterano de guerra y actual alguacil de un pueblucho, que no se sabe muy bien qué hace ni por qué lo hace. Al menos al principio. El Impredecible. Eso.

Generalmente, los personajes de las historias épicas han de pasar por situaciones de gran peligro, esfuerzo e incluso pérdida antes de alcanzar su objetivo. Aquí los personajes no saben muy bien cuáles son esos objetivos, pero, eso sí, Pablo hace que sufran de una forma de la que un tal G.R.R. Martin podría tomar notas. Todo esto aderezado con mucho humor, es cierto, del que nos hace lanzar una carcajada cuando menos nos lo pensamos, pero también hay algo más.

Y es que, para los que nos dedicamos a juntar palabras, la cuestión no es solo que el lenguaje fluya (que lo hace), que las conversaciones resulten realistas y creíbles (vaya si lo son) o que la prosa suene bien en el sentido más general (y es indudable que así es); más allá de todo lo que se puede leer en el primer capítulo de cualquier manual de escritura, una de las cuestiones fundamentales y más difíciles de conseguir radica en que los personajes tengan voz propia y, permitidme usar las mayúsculas, QUE SEAN CAPACES DE CAMBIAR DE REGISTRO. 

Cuántas veces hemos observado que los personajes de las historias hablan de un modo infinitamente correcto y formal en situaciones que así lo requieren, pero, cuando se van a sus casas y se dedican a charlar con sus seres cercanos de cuestiones mundanas, continúan hablando en esa jerga propia de palacios medievales. Pablo no comete ese error. De hecho, diría que hace justo lo contrario, entendiéndolo de la mejor manera posible: el discurso pasa, con una endiablada facilidad, de una fina elegancia a lo más soez que unos personajes barriobajeros puedan mostrar. 

Que esto no lleve a engaño: el libro tiene pasajes tan burdos y malsonantes como podría serlo la propia escena si la estuviéramos viendo con nuestros propios ojos en la realidad más cruda y realista posible. Lo sucio está sucio de verdad, vaya, pero esto no quiere decir que el autor no sepa muy bien lo que se trae entre manos. Uno asiste en ocasiones a los diálogos que los protagonistas y los secundarios mantienen con una suerte de media sonrisa, justo la misma impresión que cuando va al pueblo de los abuelos y ve a unos parroquianos septuagenarios hablando en su jerga, de sus cosas. En fin, una charla entre divertida e hipnótica.

Y es que Pablo García Maeso escribe MUY bien y con mucha inteligencia. Lo vulgar resulta creíble, pero con la misma facilidad cambia de registro para utilizar las palabras más adecuadas para la idea que tiene en la cabeza. En particular son dignas de mención las imágenes o las comparaciones que establece para describir con frecuencia. Valga este pasaje, que no es el mejor, pero sí el que me dejé anotado, como ejemplo:
“De segundo plato, la cocinera sirvió Puré de Hígado al Puño, y el postre no lo aprecié totalmente desde mi posición, pero sí vi que uno de los ingredientes era rodilla”.
También encontramos a menudo guiños al mundo real (becarios, políticos, religión, injusticias varias totalmente en boga hoy en día) e incluso algún que otro juego metaliterario:
“El título de la obra era Diez Medianos. El asesino era el panadero. No hay quien se lo trague.”
Algo importante a señalar es que Sopa de elegidos no sigue una estructura típica en este tipo de historias. No vamos a encontrar aquí viajes del héroe ni nada por el estilo, sino una serie de vagabundeos, parones y caídas por terraplenes cada dos por tres, un poco sin ton ni son, al menos en apariencia. De hecho, aunque todo está bien orquestado y pensado, con frecuentes detalles disimulados que luego tienen su importancia en la resolución, no he podido evitar en ocasiones sentirme algo perdido, como si la trama estuviera un poco embarullada. (Permitidme el inciso: entre humor y escenas surrealistas, a momentos parece una película de enredos). También me ha dado la sensación de que algunos pasajes de la primera parte resultaban un poco largos, sobre todo porque, una vez que la acción comienza, el desarrollo se vuelve mucho más intrigante.

El mundo al que el autor nos arroja también merece su cuota de protagonismo, aunque las razas, las guerras, los reinos y los grandes conflictos épicos pasan a un segundo plano para tratar temas más mundanos y sociales. El Gran Mal y lo sobrenatural están apenas esbozados porque no son el objeto de esta obra. Los refugiados, las protestas sociales o el racismo, en cambio, sí que tienen una gran dosis de importancia. El mismo Knork es un veterano de guerra que sufre el desprecio de su propio bando una vez que la guerra ha terminado y ya no es tan útil.

En conclusión, Sopa de elegidos ha resultado una muy agradable sorpresa. Puede que haya secciones y avances un poco extraños en la trama, pero la valoración general se cae de largo por el lado positivo. Me lo he pasado muy bien leyendo este libro y creo que tiene muchos aciertos y, sobre todo, insisto, el de sorprender respecto a la idea que se pudiera llevar preconcebida. Enhorabuena al autor.

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