Kay Kenyon es una autora conocida, fundamentalmente, por sus obras de ciencia ficción. De hecho, ya se han publicado en español tres de las cuatro novelas de la serie The Entire and The Rose. Desde hace tiempo tenía curiosidad por leer algo escrito por ella. Así que cuando me enteré de la publicación de A Thousand Perfect Things me pareció la oportunidad perfecta, a pesar de tratarse de una novela de fantasía, que es un terreno nuevo para Kenyon. A posteriori, pienso que quizá debería haber comenzado a leer su obra con algún otro libro.
No es fácil decir qué es lo que no funciona en A Thousand Perfect Things. La ambientación, una especie de historia alternativa con tintes mágicos, tiene un gran potencial. Los personajes principales son creíbles, especialmente por su evolución según avanza el libro. La prosa tiene algunos momentos brillantes. Y, sin embargo, el disfrute de la lectura va disminuyendo paulatinamente con el paso de las páginas hasta que llega un momento, allá por el segundo tercio de la obra, en la que terminar el libro se convierte más en una obligación que en un placer.
La novela comienza de la mejor manera posible, con una escena en la que la magia desempeña un papel central y que recuerda, por momentos, a obras como Jonathan Strange and Mr Norrell. Con semejante inicio, el lector se espera los elementos fantásticos sean protagonistas fundamentales en la historia, pero ése es uno de los principales motivos de decepción. Aunque hay algunos otros momentos bastante espectaculares (los ataques de los krakens, por ejemplo), la presencia de la magia se va diluyendo poco a poco y su poder parece hacerse más pequeño con cada página que pasa.
Otro aspecto que se apunta en los primeros capítulos y que luego prácticamente desaparece es el enfrentamiento entre la ciencia y la religión (o el misticismo, más bien). De hecho, se resuelve rápidamente y sin casi ninguna tensión, cuando debería haber sido (todo parecía indicarlo) uno de los puntos de conflicto fundamentales de la novela. Y es que si la autora no consigue que nos creamos plenamente las posibilidades de la magia, logra aún mucho menos que percibamos la importancia del pensamiento racional del que presumen muchos de los personajes.
En cierto momento parece que la historia va a decantarse por convertirse en un romance. Pero tampoco. Hay un par de inicios en falso, algunas relaciones no demasiado creíbles y varios enamoramientos que acaban con la misma celeridad con la que comienzan. En la parte central, la autora decide, de repente, cerrar varias tramas románticas a las que había dedicado bastante protagonismo en el inicio de la novela y sólo las retomará (ya muy brevemente) cuando ésta llega a su término. Es una opción, cuando menos, sorprende, si no abiertamente desconcertante (aunque tampoco es un elemento que yo haya echado particularmente de menos).
En definitiva, si tuviera que describir A Thousand Perfect Things con una sola palabra, creo que me decantaría por "blanda". Es una novela blanda porque no se atreve a profundizar en los temas que esboza. Es una novela blanda porque da la impresión de que la autora modera su estilo (salvo en contadas ocasiones) como si tuviera miedo de que una prosa con más personalidad fuera demasiado para el lector. Es una novela blanda porque va de más a menos en todo: en tensión, en valentía, en originalidad, en interés.
Como digo, no hay ningún problema especialmente evidente en este libro, pero la sensación global es no demasiado satisfactoria. Es posible que más adelante le dé otra oportunidad a Kenyon con sus obras más famosas, pero esta incursión en la fantasía se queda en un intento fallido, una novela que, sin ser mala, considero perfectamente prescindible.
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