Banda sonora de la reseña: Sugiero leer esta reseña escuchando Unbelievable de EMF (Spotify, Youtube).
Irredeemable es una serie de cómics creada por Mark Waid que, en el momento de su publicación, seguí de cerca y con mucho interés pero que, por algún motivo, dejé de leer allá por el número 20. Hace un par de semanas, buscando completar mis nominaciones para la categoría de Graphic Story de los Hugo, la retomé (la tenía completa gracias a una de las ofertas de Comixology) y, de hecho, volví a empezarla desde el principio ya que no recordaba muchos detalles. Lamentablemente, me llevé una gran decepción.
Bien es verdad que los primeros números volvieron a causarme una muy grata impresión en esta relectura. La historia comienza in media res, con The Plutonian, un superhéroe creado a imagen y semejanza de Superman, atacando a uno de sus antiguos compañeros y a su indefensa familia. Poco a poco y de forma muy bien dosificada vamos descubriendo los motivos que han hecho que el superhombre más poderoso del mundo haya decidido pasarse al lado oscuro y convertirse en un supervillano.
Sin ser una obra maestra, estos primeros números resultan ágiles y francamente entretenidos, a la vez que presentan un interesante análisis de la psique de un superhéroe sometido a terribles responsabilidades. Tampoco es que sea nada sorprendentemente novedoso u original, pero un uso perfectamente medido de los flashbacks junto con acertadas referencias y homenajes a otras series (observen la imagen junto a estas líneas y díganme si no recuerda poderosamente a Watchmen) hacen que la primera docena de números de Irredeemable sean francamente agradables de leer.
Desde ahí, sin embargo, la cosa va cuesta abajo y sin frenos. Las tramas se retuercen antinaturalmente y se alargan innecesariamente, los flashbacks comienzan a resultar cargantes y hasta ridículos y algunos personajes que parecían interesantes completan una transformación inesperada hacia lo manifiestamente patético. El punto más bajo de la serie se alcanza allá por el volumen 9. Además de uns subtrama ridícula, nos toca sufrir un crossover con Incorruptible, otra serie de Waid, que no aporta absolutamente nada y parece incluido únicamente con fines promocionales. En los cuatro números siguientes, se cierra la historia de forma precipitada y no demasiado satisfactoria, pese a algún detalle simpaticón en las últimas páginas.
Bien es verdad que los primeros números volvieron a causarme una muy grata impresión en esta relectura. La historia comienza in media res, con The Plutonian, un superhéroe creado a imagen y semejanza de Superman, atacando a uno de sus antiguos compañeros y a su indefensa familia. Poco a poco y de forma muy bien dosificada vamos descubriendo los motivos que han hecho que el superhombre más poderoso del mundo haya decidido pasarse al lado oscuro y convertirse en un supervillano.
Sin ser una obra maestra, estos primeros números resultan ágiles y francamente entretenidos, a la vez que presentan un interesante análisis de la psique de un superhéroe sometido a terribles responsabilidades. Tampoco es que sea nada sorprendentemente novedoso u original, pero un uso perfectamente medido de los flashbacks junto con acertadas referencias y homenajes a otras series (observen la imagen junto a estas líneas y díganme si no recuerda poderosamente a Watchmen) hacen que la primera docena de números de Irredeemable sean francamente agradables de leer.
Desde ahí, sin embargo, la cosa va cuesta abajo y sin frenos. Las tramas se retuercen antinaturalmente y se alargan innecesariamente, los flashbacks comienzan a resultar cargantes y hasta ridículos y algunos personajes que parecían interesantes completan una transformación inesperada hacia lo manifiestamente patético. El punto más bajo de la serie se alcanza allá por el volumen 9. Además de uns subtrama ridícula, nos toca sufrir un crossover con Incorruptible, otra serie de Waid, que no aporta absolutamente nada y parece incluido únicamente con fines promocionales. En los cuatro números siguientes, se cierra la historia de forma precipitada y no demasiado satisfactoria, pese a algún detalle simpaticón en las últimas páginas.
Tampoco ayuda nada el baile de dibujantes que se empieza a producir del número 20 en adelante. No es que el dibujo de Peter Krause fuese excepcional, pero resultaba muy agradable a la vista, algo a lo que contribuía notablemente una muy acertada elección de color. Con la entrada de Diego Barreto, primero dibujando algunas hojas sueltas y luego haciéndose cargo de la serie, e incluso de su padre, Eduardo Barreto, la ilustración comienza a presentar altibajos e incluso momentos que, francamente, dejan bastante que desear. Hacia el final de la serie parece que esos baches se superan un poco, aunque sin llegar al nivel de los primeros volúmenes.
La valoración global es, pues, la de una serie que va de más a menos, pierde el rumbo a media historia y nunca llega a hacer justicia a un comienzo brillante.
La valoración global es, pues, la de una serie que va de más a menos, pierde el rumbo a media historia y nunca llega a hacer justicia a un comienzo brillante.
En definitiva, un cómic que prometía muchísimo pero que, tristemente, se queda por el camino y que hubiera resultado mucho mejor con una decena de números menos. Ni que decir tiene que finalmente decidí no incluirlo entre mis nominaciones a los Hugo aunque eso supusiera dejar un hueco vacío en las mismas. Una pena.
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