Banda sonora de la reseña: Sugiero leer esta reseña escuchando Osiris, de Kalya Scintilla y Avari (Spotify, YouTube).
Osiris, la novela de debut de E.J. Swift, es una de aquellas obras que fueron publicadas durante el apogeo de Night Shade Books. Sólo por ello, me pareció suficientemente interesante como para solicitar una copia de evaluación que, por circunstancias que es mejor contar en un bar que en este blog, durmió el sueño de los justos en mi ordenador hasta hace bien poco. La entrevista a su autora que Leticia Lara, de Fantástica Ficción, me propuso hacer de forma conjunta resultó la excusa perfecta para rescatar esta novela de los mares del olvido.
Osiris empieza de una forma más que prometedora, con dos escenas que nos presentan dos situaciones muy diferentes pero igualmente interesantes. La primera, la ejecución de un supuesto terrorista y agitador político de forma pública y a la vista de la parte más oprimida (los habitantes de la zona oeste) de Osiris. La segunda, la obsesión de Adelaide Rechnov por descubrir el paradero de su hermano gemelo Axel, excéntrico miembro de una de las familias más poderosas de la ciudad y desaparecido en misteriosas circunstancias.
Si Swift hubiera agarrado firmemente el timón y hubiera mantenido la proa hacia estos dos elementos, desarrollándolos y profundizando en ellos, muy posiblemente la nave hubiera llegado a buen puerto. Desgraciadamente, poco va a poco va variando el rumbo, con lo que el interés se hunde paulatinamente y no acabar de volver (ligeramente) a flote hasta casi el final de la novela.
Por un lado, la parte de la investigación de la desaparición de Axel nunca acaba de perder de vista la costa, en parte por que está lastrada por cierto hecho que el lector conoce desde el prólogo pero que los personajes de la novela ignoran. Adelaide va en todo momento como a la deriva y los pocos descubrimientos que hace son o bien por pura casualidad o bien por deducciones milagrosas a las que la autora le hace llegar en momentos en los que ya no queda más remedio que hacer avanzar la historia en alguna dirección. Da la impresión de que esta parte sólo se ha incluido para que Adelaide tenga un motivo para colaborar con el otro protagonista de la historia: Vikram, el activista de la parte oeste de Osiris.
La subtrama de la lucha política de Vikram navega con más viento en las velas y es bastante más interesante, sobre todo porque nos deja vislumbrar en algunos momentos el pasado y el presente de Osiris, una sociedad profundamente distópica que es lo más rescatable de la novela. Pese a ello, esta trama también presenta algunas inconsistencias y no acaba de ser del todo satisfactoria. La cosa termina de hacer aguas con la relación entre Vikram y Adelaide, que acapara la mayor parte de las páginas del libro pero resulta tan aburrida como irrelevante.
Mi principal problema con Osiris ha sido, pues, esa enorme parte central en la que Adelaide y Vikram giran uno en torno al otro sin aportar nada de interés a la trama. Pero no es, ni mucho menos, mi única queja. Por ejemplo, no me ha acabado de convencer la caracterización de los personajes. Los secundarios son eso, muy secundarios, apenas esquemas de personaje. Los dos principales, bastante incoherentes, actuando constantemente de forma totalmente contradictoria con lo que se nos ha desvelado de su pasado.
También falto de coherencia es el lenguaje usado. La prosa, en general, está bastante cuidada y es, sin duda, uno de los puntos más favorables del libro. Pero, de repente, aparecen términos que desentonan completamente. Esto es especialmente notable en los nombres que Swift emplea para las distintas tecnologías. Muchos de ellos tienen una inspiración marítima desconcertante (un poco como esta misma reseña), ya que aunque Osiris es una ciudad-isla, esto no parece reflejarse mucho más allá de estas curiosas elecciones de nomenclatura (y en ciertas revelaciones del final del libro, cuando ya empieza a ser un poco tarde para evitar el naufragio). Así, tenemos el Reefmail (sic), los Surfboards (entiendo que una especie de tablets), el Neptune (ordenador), el o'vis (¿televisión?), el o'dio (radio), el o'comm (algún dispositivo de comunicación) y el scarab, que es como se llama al teléfono móvil en Osiris porque, claro, Osiris es un dios egipcio y los escarabajos eran sagrados en Egipto (esto no se dice en ningún momento en el libro, pero es la única explicación medianamente razonable que se me ocurre).
Por todo esto, no puedo recomendar la lectura de Osiris. Es un libro aburrido y excesivamente largo (tiene unas 420 páginas de las que a mí me sobran, siendo generoso, las 200 centrales) que desaprovecha un buen planteamiento inicial para hundirse lentamente en el océano de lo insustancial. Sus dos continuaciones, Cataveiro y Tamaruq, ya están disponibles, pero creo que esta vez voy, como las ratas, a abandonar el barco lo más pronto posible e intentar buscar aguas más propicias en las que navegar.
Hombre, no digas eso de las ratas. En este caso te considero más gato escaldado ;-)
ResponderEliminarNo es tan marinera, pero te compro la metáfora ;)
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