jueves, 15 de marzo de 2018

Miquel Codony reseña Las tres muertes de Fermín Salvochea, de Jesús Cañadas



Miquel Codony vuelve a Sense of Wonder para hablarnos de Las tres muertes de Fermín Salvochea, de Jesús Cañadas, un libro que ya nos recomendó Pablo Bueno (y que yo aprovecho también para alabar). ¡Espero que os guste!

Banda sonora de la reseña: Sugiero leer esta reseña escuchando The Goonies 'r' Good Enough, de Cyndi Lauper (Spotify, YouTube)

Hoy os quiero convencer de que leáis Las tres muertes de Fermín Salvochea, de Jesús Cañadas. Vaya por delante mi declaración de conflicto de intereses: Soy amigo de Jesús y espero que venda millones de ejemplares de esta novela porque quiero que las cosas le vayan bien. Además, soy fan de sus libros y este no es una excepción: me entusiasma. Saca al fanboy que hay en mí. Es un caramelo, un regalo, se lo daría a leer a todo el mundo. Que me gusta, vamos. Creo que está magníficamente escrito, estupendamente planificado y ambiciosamente imaginado. Ale. Así que dadme un momento para limpiar el charco que ha aparecido bajo mis pies y dejad que intente hacer una reseña más o menos racional del bicho este.

Antes de desgranar el libro este de título tan largo, explicaré un poco de qué va, sin entrar en muchos detalles. La historia transcurre en Cádiz a lo largo de dos líneas temporales que se van alternando: 1907, siguiendo las aventuras de un grupo de niños que investigan una serie de misterios más bien siniestros que suceden en la ciudad, y 1873, los antecedentes de esos misterios según se los explican varios personajes a los niños protagonistas. El nexo de unión es la figura de Fermín Salvochea, alcalde anarquista y trasunto de un Van Helsing más cercano a la figura de Batman que a la visión de Bram Stoker, y Juaíco, borracho y perdedor, ayudante de Salvochea y padre de uno de los niños, narrador poco fiable de la mayor parte de los fragmentos ambientados en 1873. Tanto la superficie como el submundo de Cádiz sirven de escenario para esta historia poblada de leyendas, acontecimientos diabólicos, sacerdotes malignos y diferentes estirpes de criaturas sobrenaturales que Cañadas maneja como un virtuoso poseso. 

Uno de los elementos más destacados del libro es su argumento, complejo y lleno de trampas (en el buen sentido) para el lector y que juega fuerte contra uno de mis puntos débiles confesados: los narradores no fiables. Esos narradores que, como le pasa a Juaíco, están más preocupados por cómo enriquecer la experienca narrativa que por cómo sucedieron exactamente los hechos narrados y que, como lector, te obligan a aproximarte a la historia como si fuera el gato de Schrödinger, a la espera de que el autor levante la tapa y revele el sentido real de lo narrado. Es un juego difícil y que, más a menudo que no, desemboca en un resultado anticlimático que puede dejar un regusto agridulce independientemente del placer del viaje previo. No es el caso: Jesús ata bien los cabos y consigue que los dos planos de la narración se retroalimenten obteniendo un desenlace de los de levantarse, aplaudir, y esperar a ver si hay escena oculta después de los títulos de crédito. Y eso a pesar de alguna vuelta de tuerca de más, cierta generosidad con el calzador para que nada quede fuere de lugar que, en realidad, a veces da la sensación de que todo está demasiado planificado de antemano; se ve la mano del autor y se olvida la espontaneidad.

Uno de los rasgos más característicos del libro, además del mimo en la ambientación y el carisma de los personajes, es el uso que hace del lenguaje. Jesús escribe un castellano maravilloso que enfatiza las variantes idiomáticas de su Cadiz natal y convierte los diálogos y la prosa de la novela en uno de los principales componentes de la ambientación. Fluido, evocador y divertido, más allá de lo que narra la novela es un placer a nivel puramente sensorial. Y no solo por el lenguaje, sino por la facilidad con la que el lector se puede sumergir en el escenario, visualizar los personajes, oirlos hablar… Probablemente esa sea una de sus mayores virtudes: Jesús consigue que su mundo exista, y de hecho da la sensación de que ha metido mucho suyo en él. Es un libro con personalidad.

Si tengo mencionar algun aspecto más cuestionable, además de la manía de atarlo todo que ya he mencionado, diría que la imaginación de Cañadas enloquece de vez en cuando y se le va de las manos en una explosión de exceso friki que puede desentonar (y no estoy muy seguro…) con el tono, no exactamente contenido pero sí controlado, del resto del libro. Pero son detalles menores, la verdad. Para mí, Las tres muertes de Fermín Salvochea es un regalo, un festival para todo aquel a quien le guste la parte más desenfadada de la fantasía, que combina lo juvenil (la transición de la infancia a la adolescencia, en realidad, con todos los conflictos que ello conlleva) con lo trágico, con un planteamiento muy atractivo y una resolución demoledora. Creo que es una de las mejores novelas de fantasía (fantasía bastante oscura) que ha dado el género en español y le pongo 4 estrellas y media.

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