Antonio Díaz nos trae, una vez más, una interesantísima reseña. Se trata de Winterglass, una novela corta de Benjanun Sriduangkaew. ¡Espero que os guste!
Banda sonora de la reseña: Antonio sugiere leer esta reseña escuchando Journey of the Angels, de Enya (Spotify, YouTube)
Winterglass es el segundo trabajo de Benjanun Sriduangkaew que leo, tras “Puente Silencioso, Cascada Pálida” en la web de Cuentos para Algernon, traducido por la siempre sorprendente Marcheto. Os podéis hacer un favor ahora mismo e ir allí para echarle un vistazo. Winterglass cuenta la historia de Nuawa, una mujer que se gana la vida como luchadora (a veces, gladiadora, a veces cazarrecompensas) en la capital de Sirapirat. Nuawa es hija de unas insurgentes anti-imperialistas, y en su corazón arde el deseo de acabar con la Winter Queen, que conquistó Sirapirat y la ha sumido inexorablemente en un invierno eterno.
Ambas obras de Sriduangkaew tienen en común la intrincada prosa, repleta de poesía y figuras retóricas del pensamiento. En esta novela corta, la autora de ascendencia tailandesa nos sumerge en un mundo al que apenas dedica espacio pero del que cuenta muchas cosas. Claramente Sriduangkaew tomó buena nota de la lección aquella del ‘show, don’t tell’ y la lleva hasta la máxima expresión en Winterglass. Aunque la propia autora lo define como ciencia ficción, personalmente pienso que un mundo en el que los avances tecnológicos no están basados en ninguna de las categorías listadas en el punkpunk (ni siquiera en las más locas), sino nada más y nada menos que en fantasmas, suena más a magia que otra cosa. Soy consciente de la famosa Tercera Ley de Clarke pero, seamos serios, ¡calientan el agua para bañarse con puñeteros fantasmas! Aunque pueda resultar un tanto ridículo, si uno parte de la premisa de que se puede utilizar la energía espiritual para generar energía real (comparable a quemar carbón o calentar agua, aunque con sus propias particularidades, como cabe de esperar), Sriduangkaew hace una gran labor creando una sociedad que produce, recauda y transforma almas de seres vivos para convertirlas en combustible. Sólo esta idea ya da para una novela entera ella sola.
Winterglass también introduce otro concepto fuertemente fantástico que da nombre a la novela corta: los fragmentos de cristal. Según cuenta la leyenda, hay gente que posee en su interior ‘fragmentos de cristal’ que les hacen ser codiciados por la propia Winter Queen y, quizás, tener capacidades especiales. La otra protagonista de la novela, la general Lussadh, mano derecha de la Winter Queen y traidora a su patria, tiene uno de esos fragmentos en su corazón.
La novela corta alterna el punto de vista de Nuawa, en el que se nos cuenta cómo se prepara para competir en un torneo mortal para acercarse a la Winter Queen; y el de Lussadh, enviada por la reina a Sirapirat para traerle al ganador de dicho torneo. Por supuesto, los caminos de ambas se cruzan y dan lugar a las mejores escenas del libro. Los sentimientos de ambas y las cosas que llegan a hacer como resultado de sus encuentros me mantuvieron pegado a la página. Sriduangkaew dice mucho con muy poco: miradas, gestos mínimos o simplemente suposiciones sobre las acciones de la otra dan lugar a interesantes interpretaciones por los personajes.
Winterglass tiene varias escenas de acción narradas muy correctamente, pero las partes más interesantes son aquellas en las que el lector trata de adivinar qué camino escogerá cada una de las protagonistas.
Sin embargo, el final me dejó absolutamente insatisfecho. Me da la impresión de que Sriduangkaew termina la obra sin concluir la historia, dejándonos en un final congelado (pun intended). Estuve investigando si era la primera parte de una saga, pero parece que no es así y que la historia está completa. La verdad es que ya ha pasado algo de tiempo desde que la leí y estoy un poco más en paz con ese final. Si alguien se anima a leerla que me deje su opinión en los comentarios (o que no dude en contactar conmigo por Twitter). Ahora bien, Sriguangkaew entra en la lista de autores a los que seguir la pista. Posiblemente debería hacerle caso a Odo y leerme alguno más de sus relatos cortos. Después de todo no hay tanta gente que pueda entrar en su lista autores de relatos ni que haya tenido el placer de ser entrevistada por él, ¡y por Leticia Lara también!
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