Pablo Bueno nos trae hoy la reseña de Las diez mil vidas de Milo, de Michael Poore, una de esas novelas con una premisa que se sale de lo común, precisamente lo que nos encanta en Sense of Wonder. ¡Que lo disfrutéis!
Hoy por hoy, cualquiera que se maneje un poco con las nuevas tecnologías (léase “internet”, para qué adornarlo más) puede estar fácilmente al tanto de todas las novedades que le interesen, sea cual sea el campo que llame su atención. Pero, incluso en estos tiempos, hay ocasiones en que llegan a nuestra vida libros que no teníamos en el radar. Las diez mil vidas de Milo es uno de esos casos. Uno de esos en los que, además, la sorpresa precede a unas buenas sensaciones que se ven acrecentadas por esta.
La sinopsis es bastante clara respecto a lo que nos vamos a encontrar, aunque no revela ni un ápice de la experiencia que supone leerlo: Milo lleva 9995 vidas reencarnándose una y otra vez. Es, de hecho, el alma más vieja y sabia de la Tierra. Tras morir, llega a La Otra Vida, donde le espera Suzie, que es una de las muertes y, además, su novia. Todo va bien. Milo no se queja demasiado cuando, tras haber hecho algo malo en alguna de sus vidas, el Karma (o el Universo según esta novela) le premia con una reencarnación mucho peor. De este modo, la eternidad va pasando plácidamente. El problema llega cuando le anuncian que, si no consigue alcanzar la iluminación de una vez, su alma desaparecerá. Solo tiene cinco oportunidades más para conseguirlo y, de momento, no se le ha dado demasiado bien.
Algo que llama enseguida la atención es que las vidas que se nos mostrarán avanzan hacia atrás y hacia adelante. Podemos encontrarnos con naves espaciales futuristas y, en la siguiente reencarnación, ver a Milo en una era anterior a Cristo. De hecho, si lo pensamos bien, casi podríamos encuadrar la novela dentro de un género un poco extraño de viajes en el tiempo. Algo que podría estar emparentado de lejos, y con evidentes y enormes diferencias, en ese subgrupo de juegos temporales en el que se enmarcan Vuelta a empezar, de Grimwood, o las famosas vidas de Harry August, de nuestra muy querida Claire North. Insisto en que, aunque el funcionamiento es distinto, tanto en la mecánica como en el tono, es cierto que tienen un nexo común, y es que, de algún modo, Milo va llevándose algo de cada vida y trasladándolo a la siguiente, aunque en un primer momento no se acuerde de ello. Del mismo modo, antes de cada “salto” se produce obligatoriamente una muerte.
Las diez mil vidas de Milo tiene un aire místico, no tanto religioso como espiritual, todo ello desde la mejor y más ligera versión que se nos pueda ocurrir. También presenta una clara inspiración budista, y no solo por lo que será evidente cuando el lector lleve un buen trecho del libro.
Pero lo más importante es que el tono es maravilloso. El autor nos arroja constantemente a la cara verdades profundas disfrazadas de algo mundano, incluso en ocasiones a través de un delicioso lenguaje coloquial y hasta malsonante en momentos puntuales. Resulta gratamente sorprendente que, con estas pretensiones, la novela no tenga un gramo de pastelón o condescendencia paulocoheliana, pero, aun así, logre que cuando cierras un rato el libro, se te quede un runrún reflexivo en la cabeza. No deja de ser curioso, sobre todo porque el libro es alegre, divertido, con una tendencia clara y constante hacia el humor (y más de una vez nos hace soltar la carcajada), aunque uno tiene a menudo la sensación de estar leyendo algo solemne, trascendental.
Algo que también he disfrutado mucho es que Poore escribe este libro con una visión que tiende a lo universal. No me refiero solo a que la historia se mueva alegremente por el tiempo y el espacio geográfico; tampoco a la libertad con la que se tratan muchas ideas y tendencias, desde sexuales hasta de organización social. Me refiero más bien a cómo se tratan los valores comunes a todos los seres humanos; cómo se centra en las cosas que nos hacen iguales, pese a la extensa variedad de nuestra especie, en vez de en lo que nos diferencia, que a veces no son sino detalles nimios; en la curiosidad sana que suscitan los comportamientos; en las reacciones, valga la obviedad, humanas que tenemos ante los acontecimientos.
La textura del libro, organizada a menudo en diálogos ligeros y siempre a través de ese tono fácil de seguir que mencionaba antes, juega mucho a favor de esta historia. Y eso, de nuevo, es un logro, puesto que, aunque esconde con frecuencia reflexiones que nos hacen detenernos para masticarlas un poco más, las voces de los personajes no dejan de ser realistas y con un timbre propio.
El tratamiento que hace Poore del amor también es notable, sobre todo si tenemos en cuenta que está centrado en dos criaturas tan originales, distintas entre sí y, a priori, tan incompatibles como Milo y la muerte, Suzie. Puede que la clave, no solo de esto, sino de gran parte del acierto del libro esté en la naturalidad con la que se trata todo; incluso con un sano espíritu irreverente muy necesario en estos días.
En términos generales, todas las vidas de Milo que se nos muestran de forma más extensa me han resultado interesantes. Pese a su diversidad (y no diré las que más me han gustado para no romper sorpresas), Poore esgrime una extraordinaria capacidad para captar la atención de lector y meternos en una suerte de relatos casi independientes, como una sucesión de novelitas cortas que nos atrapan y nos generan lástima cuando se terminan. Salvando las (inmensas) distancias, he tenido una sensación cercana a las distintas narraciones de Hyperion, con el que además comparte la particularidad de que las partes son muy distintas entre sí, aunque en este caso siempre conservan ese tono jovial, audaz y divertido que comentábamos antes y no se convierten en distintos tipos de novela.
Como conclusión, Las diez mil vidas de Milo me ha resultado una lectura muy placentera. No solo porque la historia es agradable, divertida y entrañable, sino porque además Poore escribe en secciones más bien breves, con muchos puntos y aparte, y la edición que ha preparado el sello Alianza de Novelas (AdN) acompaña, la verdad. En términos generales es un libro que recomendaría casi a cualquier tipo de lectores.
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