Con la novela que nos ocupa, no podía ser de otro modo: un monstruo reseñando a otro monstruo (en el sentido literario ambos, claro). Pablo Bueno nos habla hoy de Las tres muertes de Fermín Salvochea, la más reciente novela de Jesús Cañadas y una lectura que yo recomiendo tanto como Pablo. ¡Espero que os guste!
Banda sonora de la reseña: Pablo sugiere leer esta reseña escuchando Transylvanian Horses, compuesta por Alan Silvestri para la película Van Helsing (YouTube, Spotify)
Hace algo menos de dos meses, Jesús Cañadas estuvo en Salamanca presentando su nuevo libro, Las tres muertes de Fermín Salvochea. Aunque por motivos de trabajo me fue imposible participar del lleno absoluto en la librería, sí que tuve el gustazo de volver a charlar un rato con él después. Para quien no lo conozca, hay que decir que Jesús es aún más simpático y amable de lo que ya parece si lo habéis visto, por ejemplo, en el canal de YouTube del Spoiler Club. Pero es que, además, Jesús sabe una hartá de escritura, de contar historias, del mundo del libro en general y, por qué no decirlo, de la vida. Sin duda algo ha tenido que ver que los estudios y el trabajo lo hayan llevado por diversos países. Además, entre su abultado currículum se esconden relaciones con la Feria del Libro de Frankfurt o con series de televisión para las que ha trabajado como guionista.
Por eso, quizá lo primero que llama la atención es la versatilidad literaria que demuestra. En su haber cuenta ya con varias novelas muy alejadas entre sí, pero que comparten, al menos, un hilo conductor muy claro: el crecimiento notable y constante en la calidad entre cada libro y el siguiente.
Quizá su viaje ascendente comenzó ya con Los nombres muertos, aunque me da la impresión de que fue con Pronto será de noche, la novela anterior a la que hoy nos trae aquí, cuando se asentó como uno de los nombres más importantes de la literatura de género en España. Hace relativamente poco que la leí y recuerdo perfectamente que en ella el ambiente y los pensamientos de los personajes se te agarraban a los pulmones en un angustioso abrazo. La inquietud era casi palpable y ya se percibía una voz muy poderosa y particular en el autor. Pero es que en su última propuesta, Jesús se ha marcado un cambio de tercio tan radical y tan bien llevado que vamos a tener que apodarle algo relacionado con camaleones o similares cuanto antes.
Empezaremos diciendo que Las tres muertes de Fermín Salvochea podría enmarcarse, en su mayor parte, en esas aventuras juveniles que todos asociamos con cariño a algunas películas ochenteras (y a algunas series más modernas que tratan de capturar su espíritu) protagonizadas por un grupo de muchachos. Si esto es así, no obstante, nos recuerda más a lo mejor del It de King por lo oscuras que llegan a ser algunas de las escenas, bordeando sin duda el terror y dejando el ingrediente detectivesco en una segunda fila.
Pero es que uno de los grandes atractivos de esta historia es que también posee un fuerte componente histórico e incluso costumbrista. Su escenario es un Cádiz tan bien recreado que se nota que Jesús juega y se divierte con los escenarios de su niñez que, sin duda, tan bien conoce. No podemos dejar de mencionar la dureza que implica el ambiente opresivo y miserable que debió ser característico para gran parte de la España de ciertas épocas; tampoco el crudo realismo con que Jesús nos golpea en ciertos momentos de la historia.
Y es que la novela se articula en dos momentos históricos que se llevan algo más de treinta años. Uno, en 1907, protagonizado por Sebastián y su grupo de amigos. Otro, recién comenzada la Primera República, en 1873, donde las escenas corren a cargo de su padre, Juaíco, «el mejor barbero de aquí a Ronda». Por cierto que estas últimas aportan una duda muy sugerente y deliciosa a la narración que, particularmente, he disfrutado muchísimo, porque Juaíco, que tiene fama de charlatán, se nos antoja enseguida un narrador bastante poco confiable.
Entre las páginas de este libro encontraremos acontecimientos y personajes históricos, como el propio Salvochea, y otros propios de las leyendas de Cádiz (y otros lugares), como María Moco y sus cuevas. También surgen dos o tres historias de amor entre las que cabe destacar la que Jesús perfila entre dos adolescentes con una elegancia y una delicadeza que no se dejan entorpecer por lo crudo de su escenario. No faltan tampoco las escenas de acción e incluso algunas que se vuelven tan locas que nos descubrimos devorando las páginas para ver dónde aterriza semejante embrollo.
En definitiva, entre las páginas de Las tres muertes de Fermín Salvochea se esconde una mezcolanza de géneros y situaciones que, teniendo todas las papeletas para ganar un sonoro trastazo, Jesús consigue domar y moldear conjugando lo cotidiano, lo legendario y sus propias creaciones para poner sobre la mesa un relato verosímil de una calidad altísima capaz de satisfacer a un público diverso.
Por último, y aunque ya hemos apuntado algo antes, no puedo por menos que detenerme un instante para mencionar la prosa elegante del autor, cuajada de imágenes y metáforas de una belleza e ingenio tal que a veces nos descubrimos releyendo para paladearlas de nuevo. No deja de ser contradictorio (o muestra del buen hacer de Jesús, según se mire) que esto sea así cuando la narración está llena de vulgarismos y localismos propios del Cádiz más humilde e incluso barriobajero. A este respecto, se incluye un glosario de términos que, seguro, la mayoría deberá consultar en mayor o menor medida.
La conclusión es clara: creo que se trata de la mejor novela de Jesús Cañadas hasta la fecha y un salto de calidad respecto a la anterior, que no era ni mucho menos mala. Las tres muertes de Fermín Salvochea es un libro que se puede recomendar sin temor y que marca, de nuevo, el punto más alto en su progresión, por lo que solo nos queda darle la enhorabuena.
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