viernes, 14 de febrero de 2014

The Mad Scientist's Daughter, de Cassandra Rose Clarke

Banda sonora de la reseña: Sugiero leer esta reseña escuchando Robot Lover de Ultraviolet Sound (Spotify, Youtube).

El año pasado, tal día como hoy, publiqué un pequeño artículo sobre obras de ciencia ficción con historias de amor inusuales. Como escribirlo me resultó muy divertido, pensé que sería buena idea intentar seguir por la misma línea para el día de San Valentín de este año. Además, se daba la circunstancia de que hacía ya muchos meses que tenía en la pila The Mad Scientist's Daughter, una novela en la que Cassandra Rose Clarke nos cuenta la relación sentimental entre una chica y un robot. Parafraseando a mi buen amigo Miquel Codony: las críticas de este título sonaban con suficiente consistencia como para que lo considerara una apuesta razonablemente segura.

Craso error.

The Mad Scientist's Daughter es una pobre historia de amor, una peor novela de ciencia ficción y, en general, un libro ramplonamente escrito, previsible, lleno de clichés y con unos personajes planos a más no poder. Permítanme que explore un poco más cada uno de esos aspectos.  

Digo que la historia de amor es pobre, porque en realidad no es más que una típica historia de amor prohibido donde se sustituye al miembro-de-un-grupo-étnico-distinto/miembro-de-una-clase-social-inferior/miembro-de-una-familia-rival (táchese lo que no proceda) por un robot. En lo que al argumento se refiere el hecho de que Finn, el love-interest de la protagonista, sea un androide resulta total y absolutamente irrelevante. La relación entre ambos es imposible porque una parte de la pareja es humana y la otra no, pero igualmente podría haberlo sido por ser ella Capuleto y él Montesco. Cat la que es, a la sazón, hija del científico loco del título, no se plantea en ningún momento que su enamoramiento (que no sé sabe demasiado bien a qué es debido, porque Finn es más desaborío que una sopa de agua) sea algo extraño. No le suscita nunca ni el más mínimo conflicto filosófico o moral, ni siquiera a la hora de tener relaciones carnales (o metálicas, o metálico-carnales, o lo que sea). Es más, al resto de personajes, salvo alguna honrosa excepción, tampoco parece importarle demasiado.    

Robot multiusos: lo mismo te monta
unas claras que te alegra el día
Entramos aquí ya en mi segunda gran objeción, y es que la novela no funciona, ni por asomo, como historia de ciencia ficción. Por un lado, la descripción del comportamiento del robot es tan esterotípica que parece paródica. Personalidad fría, con dificultad para entender conceptos abstractos... ¡si hasta cita tratados científicos para hablar de la belleza de las flores! Para ver a qué me refiero, nada mejor que esta cita textual de la novela:
“I realized, after you asked me, that I needed to work with a different algorithm. The definition of beauty in a human being is different than the definition of beauty in an object. This is a philosophical question, of course, and philosophy is difficult for me. It’s too abstract. I still have problems with abstraction.” He paused. His eyes shook. “I considered facial shape and the writings of Vitruvius. I also took into account my own experiences with you. I find it… pleasant to be around you.”
O esta otra, que describe cómo Finn bate un huevo:

His arm moved so quickly it became a blur. The sight of it hypnotized her. She felt as though she should be bothered by it, this reminder of his inhumanity, but she didn’t want to stop watching.

Pero esto no es todo. Aunque se afirma repetidamente que Finn es único en el mundo, casi nadie se interesa por él y los que lo hacen no le dan más importancia que a una curiosidad divertida pero intrascendente. Ni qué decir tiene que la explicación de cómo llega a desarrollarse un androide tan peculiar es absolutamente irrisoria y demuestra una total incomprensión de la tecnología en general y de la inteligencia artificial en particular.

Otro miembro de la Liga de los Robots Acelerados
Por otro lado, en un intento de añadir más aspectos especulativos, al principio de la novela se menciona cierto desastre ecológico o algún otro tipo de pseudo-apocalipsis (nunca queda demasiado claro) que parece haber azotado al planeta en el pasado y del que el mundo se empieza ya a recuperar. Era un elemento prometedor, sobre todo porque podía haberse combinado de forma interesante con el tema de la robótica, pero al poco la autora parece olvidarse completamente de él y no se vuelve a mencionar más. De hecho, no tiene repercusión alguna en ningún otro aspecto de la novela, por lo que podría haberse prescindido de él sin problema.

Por si todo esto fuera poco, el estilo literario es, cuando menos, mediocre. Aunque hay algún tímido intento de crear frases poéticas, en general el tono de la novela de asemeja más a una redacción de "qué hice durante el verano" que a otra cosa. Tanto es así, que en la última parte del libro me saltaba párrafos enteros, leía sólo los diálogos y estoy seguro de no haberme perdido absolutamente nada.

Y, aunque parezca imposible, he dejado lo peor para el final: los personajes. La protagonista, Cat, es simplemente detestable. Egoísta, caprichosa, no duda en manipular y utilizar a los demás a su antojo, sean robots o personas. Pero eso sí, ella se ofende con una facilidad pasmosa. Lo dicho: detestable, pese a que la autora se esfuerza denodadamente porque nos identifiquemos con ella.

Poesía eres tú, ojazos
El resto de personajes son meros estereotipos andantes: la madre dominante, el científico despistado, los amigos gays artistas y bohemios, el emprendedor obsesionado con el trabajo... no falta ni uno. Mención aparte requiere la Dra. Condon (sic) cuya patética historia es aún más ridícula que su nombre.

Me gustaría destacar también algún aspecto positivo. El comienzo es prometedor y la forma en que Cat, que en ese momento es todavía una niña, ve a Finn y lo acepta con total inocencia es, sin duda, lo mejor de la novela. Esos primeros capítulos se leen con agrado y parecen anunciar una historia sencilla pero honesta. Ah, y la portada es estupenda. Es una pena que todo este se queda en agua de borrajas.

Nunca es agradable tener que decir este tipo de cosas, pero The Mad Scientist's Daughter es un libro que fracasa estrepitosamente en casi todos los frentes. Sobre el mismo tema se han escrito cosas infinitamente más interesantes como, por ejemplo, vN de Madeline Ashby o "A Programmatic Approach to Perfect Happiness" de Tim Pratt. ¡Si hasta cierta novela de Isaac Asimov (cuyo título no mencionaré para evitar los posibles spoilers) es una obra maestra a su lado! En cualquier caso, pienso darle otra oportunidad a la autora con alguna de sus novelas orientadas al público juvenil (tengo The Assassin's Curse en el Kindle), pero mi consejo es que este libro lo dejen pasar; no merece ni el tiempo ni el dinero que se pueda emplear en él.

7 comentarios:

  1. Al tiempo llego a tiempo, pero al dinero ya no. Sólo llevo leídos dos capítulos y la cosa no pinta tan horrenda...veo que es después cuando la cosa empeora.

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  2. En los primeros capítulos, Cat es todavía una niña y cae simpática. Pero luego se vuelve total y absolutamente insoportable.

    Es mi opinión, claro. Hay gente que adora el libro.

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  3. A ver, ¿se enamora del robot que ha creado su padre? Entiendo que el padre habrá volcado en el robot parte de su experiencia vital, o de su personalidad, o de su forma de ver el mundo. Eso apesta a complejo de Electra.
    No me va una novela de una escritorA con protagonista femenina que tiene un amor prohibido con un ser fantástico. Vamos, no sabía que te iba el rollo Crepúsculo, Odo xD

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  4. A ver: es un poco spoiler, pero el robot no lo ha creado su padre. De hecho, el robot no se parece en nada a su padre, entre otras cosas, porque le hace caso a Cat (el padre es el típico científico despistado). Quizá esa sea la explicación de por qué se enamora. Ni lo sé, ni me interesa perder tiempo en averiguarlo la verdad.

    Y no me va este rollo, pero de Angry Robot (después de leer vN, por ejemplo) me esperaba una cosa bien distinta. Si lo llego a saber, no me pillan.

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    Respuestas
    1. Ah, bueno, al menos no hay que sumar incesto al amor imposible.

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