lunes, 30 de mayo de 2016

Félix García entrevista a Richard Calder

Richard Calder
La próxima semana Dilatando Mentes publica Babilonia, de Richard Calder, y mi buen amigo Félix García ha entrevistado al autor para Sense of Wonder. Es un placer y un honor para mí ofreceros esta detallas y muy interesante entrevista, que también podéis leer en inglés. ¡Espero que os guste!

La trayectoria de Richard Calder en nuestro país tuvo un prometedor comienzo en 2003 con la publicación en el espacio de escasos meses de Malignos (Gigamesh, 2003) y Chicas Muertas (Gigamesh, 2003), siendo esta última el comienzo de una trilogía cuyas segunda y tercera partes nunca verían la luz entre nosotros. Desde entonces han transcurrido trece años en los que los seguidores españoles de Richard Calder no hemos tenido más remedio que recurrir a la importación. La publicación de Babilonia (Dilatando Mentes, 2016) viene a poner fin a este largo silencio, ofreciendo al lector español un nueva oportunidad de  conocer a obra del que fue celebrado como uno de los autores más extraordinarios del post-cyberpunk.

FG: Trece años es un largo período de tiempo, incluso sin tener en cuenta que la fecha de publicación original de Chicas Muertas se remonta a los albores de los tiempos (1992, para ser más precisos), así que la primera pregunta es obligada: ¿Qué tipo de sorpresas se van a encontrar  los lectores veteranos de Richard Calder en Babilonia?

RC: Babilonia es, cosa rara en mí, una novela histórica o, al menos, con contexto histórico, ya que está ambientada en Londres en 1888, el año de los asesinatos de Jack el Destripador. Pero, como también tiene mundos paralelos, portales interdimensionales y usa otros muchos artefactos de ciencia ficción, también es una novela steampunk: una que explora no sólo su propio mundo de fantasía, sino la naturaleza de la fantasía en sí misma, o sea, lo que significa soñar sueños oscuros y dejarse seducir por los mismos. Tal y como el vídeo promocional de Babilonia sugiere, los sueños oscuros del Destripador, y la fascinación morbosa y lasciva que genera su personaje prefigura los grandes crímenes, criminales y tentaciones del siglo XX, tal y como revelaría el análisis freudiano o reichiano del nazismo. Los lectores veteranos, por tanto, redescubrirán cierto tema recurrente en un marco narrativo nuevo.

FG: Las últimas dos décadas han supuesto para el género de ficción especulativa, o, al menos, lo que antes era relativamente fácil identificar como tal, una auténtica explosión cámbrica de subgéneros y sub-subgéneros, asistida por el siempre servicial sufijo –punk y con la añadidura de un new o un post siempre que sea necesaria. Hemos vivido el steampunk, el dieselpunk, el mythpunk, el nanopunk, el new weird, la new wave of new new wave of british space opera… no cabe duda de que estamos ante una desbordante demostración de creatividad, lo que no está tan claro es si esta creatividad proviene de los autores o más bien de los departamentos de marketing de las editoriales. A tu juicio, ¿cuántas de estas tendencias, si es que alguna, logra ofrecer al lector algo genuinamente nuevo que no haya sido ya adelantado por, digamos, la primera oleada cyberpunk o la new wave de los 70?

RC: Creo que sería útil distinguir entre “nuevo” y “auténtico”. La novedad, la originalidad, está muy bien, pero pocas veces se justifica a sí misma y, en cualquier caso, está sobrevalorada. Neuromancer, de Gibson, fue percibido como una voz genuinamente nueva, representativa de una nueva manera de escribir ciencia ficción, combinando el mundo de la literatura y el cine noir con tropes de la ciencia ficción. Lo que gran parte de la New Wave de los 60/70 y el primer cyberpunk tienen en común es la idea de que cualquier cosa es posible en la ci-fi, lo que quiere decir que los escritores pueden desarrollar sus visiones personales, crear mundos usando los recursos de la ciencia ficción sin sentirse constreñidos por ellos: mundos que resultaban auténticos y no de segunda mano y, por tanto necesariamente de segunda categoría. Mucha de la ciencia ficción actual está correctamente escrita, maneja buenas ideas y atmósferas; pero las más de las veces resulta gastada, vieja, agotada (aburrida, en una palabra). Esto se debe, tal vez, al hecho de que los autores parecen perversamente desvinculados de su propia obra, reticentes a escribir lo que quieren o lo que aspiran a escribir y, en vez de esto, consumidos por los imperativos del mercado y lo que el mercado espera de ellos.

FG: Pero tal vez el fenómeno más destacable en lo que llevamos de siglo sea la progresiva desaparición de la frontera que separaba la literatura “de género” de la “ficción literaria”. Constantemente vemos a autores literarios como Ishiguro o Houellebecq recurrir a tropes antaño asociados a la ciencia ficción-fantasía y, al mismo tiempo, escritores que antes quedarían marginados en el cajón de la “ficción popular”, ahora pueden aspirar al reconocimiento de los críticos y a los premios de la industria (o al revés), como demuestra el caso reciente de Kelly Link y el caso aún más reciente de Andrew Michael Hurley. Todo parece indicar que donde antes había compartimentos estancos se extiende ahora un continuo. ¿Cómo valoras este fenómeno y, sobre todo, en qué punto de ese continuo te gustaría estar con tu obra?

RC: Voy a empezar por reconocer que soy un gran fan de Houellebecq. Y cualquier continuo que incluya no sólo incluya ficción de género sino arte bajo y alto me gusta y es algo de lo que definitivamente querría formar parte. También he de decir, sin embargo, que no tengo ningún problema a la hora de describirme como un escritor de ciencia ficción (que es como realmente me veo a mí mismo), en lugar de hacer concesiones a la vergüenza de ser percibido como escritor de un género que la mayor parte de la gente identifica con la sensibilidad juvenil de Star Wars. (Siempre he encontrado los términos alternativos “ficción especulativa” o “slipstream” bastante bochornosos). Pongamos por ejemplo la fantástica novela de Will Wiles The Way In, que no suele reconocerse como ciencia ficción, pero que claramente lo es. Y lo mismo podríamos decir de Ice de Anna Kavan. Da la impresión de que cuando la ciencia ficción logra la excelencia, cuando es genuina y auténtica, no soportamos seguir llamándola ciencia ficción por no asociarla con las patrañas poco inspiradas que pueblan las estanterías del ramo en Waterstones y otras cadenas de librerías.

FG: Hablando de departamentos de marketing, “sexo” y “erotismo” son  palabras que se repiten en las promos de tus novelas, nada extraño a priori, ya que se cuentan entre los principales intereses del homo sapiens. Lo que si resulta extraño es la reticencia con la que la literatura de ciencia ficción se ha acercado a este asunto, algo que podríamos explicar por el puritanismo de tiempos pasados, pero que incluso hoy día logra que las escenas eróticas sean algo raro en una novela de ciencia ficción, raro en el sentido de poco frecuente y raro en el sentido de raro, también son normalmente los momentos en los que la prosa pasa de mala a peor. ¿A qué crees que se debe este persistente fracaso a la hora de representar el impulso sexual humano?

RC: El género de la ciencia ficción siempre ha sido esencialmente conservador, muchas veces reaccionario. Esto puede parecer extraño viniendo de una literatura que, al menos en teoría, se centra en lo extraño, en cómo podemos entender lo extraño y, por extensión, la diferencia y la multiplicidad en la naturaleza y la cultura. Y por supuesto que siempre ha existido miedo, a veces incluso horror –si sus variaciones se extienden más allá de los parámetros que se consideran permisibles en un momento dado- a la sexualidad.

El fracaso en la representación que citas se debe tal vez en parte al hecho de que esos parámetros están necesariamente integrados en el lenguaje, lo que supone ciertos problemas para el escritor. El impulso sexual se representa habitualmente a través de la sublimación, hablando de forma ostensible de religión, misticismo, idealismo o política más que de erotismo, cuyo lenguaje es parco y a menudo degradado ( y esta es por supuesto la clave temática de Babilonia); mediante el uso, por ejemplo, del lenguaje y simbolismo de la religión o la política, en lugar de un lenguaje del erotismo del que aún no disponemos, siendo que el lenguaje y simbolismo que realmente disponemos sería inmediatamente censurado o, peor aún, tachado de “pornográfico”, palabra que pongo entre comillas porque no designa una cosa o conjunto de cosas sino una tesis, la tesis de que tal representación no tiene esencialmente ningún valor.

El problema, en el fondo, es el que supone la vida interior, que es tanto como decir el cultivo de la fantasía: algo que por su propia naturaleza debe estar siempre enfrentado al orden establecido, para el que la vida subjetiva, si es auténtica, y por tanto dotada de poder, supone una amenaza constante. Como me considero a mí mismo un disidente, tanto como escritor como en mi vida personal, estoy más bien del lado de los artistas que se enfrentan al orden establecido con la intención de subvertirlo. La sexualidad, lo erótico, es un medio para esa subversión, tal vez el más poderoso. Y la construcción de nuevos modos de representación lingüística es el modo por el que nos aproximamos a tan ansiada meta.

FG: Uno de los aspectos que más me ha llamado la atención de tus novelas es la perceptible influencia francesa, que abarca desde escritores como Baudelaire o Proust, hasta autores inclasificables como Bataille. Y esto en un campo como el de la ciencia ficción donde me atrevería a afirmar que existe una cierta fobia estética y filosófica por lo francés, habitualmente percibido como alguna forma de post-estructuralismo postmoderno y, por lo tanto, como el diablo con cuernos y rabo tal y cómo se lo representa el moderno neopositivista analítico globalizado. ¿Cómo llega a ti esta influencia y qué papel ha jugado en tu obra?

RC: Lo que hay en la ciencia ficción –lo que siempre ha habido, aunque con notables excepciones- es un rampante y orgulloso filisteísmo, y también, por supuesto, aunque de forma increíble, anti-intelectualismo. (Las excepciones, por supuesto, siempre están presentes. Yo crecí leyendo a Brian Aldiss, cuyo Report on Probability A se inspiraba en Allain Robbe-Grillet y el noveau roman). Personalmente, me siento más influido por Baudelaie, Proust o Bataille que por cualquier escritorzuelo de ciencia ficción de la Golden Age, o, ya puestos, por la ciencia ficción contemporánea. Pero, como digo, siempre hay excepciones y estas excepciones son las que hacen que el género merezca la pena.

Últimamente he pensado mucho en Bataille; estoy usando algunas de sus teorías (sobre todo sus teorías económicas y el concepto de parte maldita) en una novella que estoy escribiendo.

FG: En las últimas dos o tres ediciones de los premios Hugo, hemos visto como lo que en otro tiempo había sido la expresión de la voluntad primigenia del fandom (norteamericano) se convertía en el escenario de una lucha política, con la consiguiente invasión de agendas conservadoras y liberales que comprometen la objetividad de los premios. ¿Esto debería producirnos algún tipo de preocupación o, por el contrario, vienen a hacer que los premios Hugo resulten interesantes de nuevo? En otras palabras ¿para qué sirven los premios literarios, si es que sirven para algo?

RC: Para ser sincero, nunca he estado interesado en los premios Hugo; nunca los encontré ni remotamente atractivos. Como la mayoría, he estado al corriente de los recientes sobresaltos, pero no han hecho mucho para avivar mi interés. No voy a convenciones y no soy un “fan”, así que para mí todo este jaleo no es más que ruido de fondo.

FG: Al hilo de esto mismo, tus narradores, al menos en Malignos y Chicas Muertas, son arquetipos o, más bien, anti-arquetipos campbellianos, héroes representados como machos narcisitas a lo Humbert Humbert, personajes que tienen todas las papeletas para convertirse en blanco de las iras de los sectores más progresistas. ¿Crees que en ocasiones el furor justiciero de estos luchadores por la igualdad puede llevarles a ignorar los aspectos críticos, irónicos o directamente cómicos de estos personajes y proceder en consecuencia al linchamiento público de obra y autor o, por el contrario, estos temores son infundados y han sido introducidos en la cultura contemporánea por siniestros think-tanks ultra-reaccionarios?

RC: No estoy muy seguro de a qué “miedos” te refieres aquí, pero asumo –ya que mencionas a Humbert Humbert-, que te refieres al miedo al abuso de menores, un miedo que –por lo menos en UK y desde hace ya algún tiempo- ha degenerado en pánico moral, o sea, un pánico que tiene una base real, pero es exacerbado por los mass media y los grupos de presión hasta convertirlo en algo que puede considerarse histérico, casi mítico, la historia de una invasión alienígena.

Muchos de mis libros tratan sobre jóvenes que –como Iggy y Primavera en la trilogía Chicas Muertas- son variaciones del tema de los amantes desgraciados al estilo de Romeo y Julieta, y que significativamente, creo, son de la misma edad. Babilonia, por el contrario, trata de una joven que realmente es seducida por un hombre u hombres mayores, así que hay en la narrativa un elemento que podría ser descrito como cronofilia recíproca. La seducción no es abiertamente sexual, pero todo el libro está imbuido de una atmósfera de perversidad sexual que remite deliberadamente a otras seducciones – digamos seducciones cómplices- entre los demagogos y la población, específicamente, la seducción y violación de Alemania por parte de Hitler.

Al final, cuando los lectores, o los críticos, señalan a un autor y lo acusan de algún tipo de complicidad, estamos presenciando el fenómeno que Oscar Wilde describió como “la furia de Calibán al ver su propio rostro en el espejo”. Este es un fenómeno presente en todos los linchamientos, sean estos reales o sugeridos. El humor negro, así como el contexto, serán, en tales ocasiones, convenientemente ignorados.

FG: ¿Qué opinión te merecen la autoedición, el crowdfunding, los blogs de reseñas, las redes sociales y todo lo que contribuye a borrar la frontera entre emisor y receptor en el mercado literario?

RC: El mundo editorial ha cambiado de forma radical. Es difícil mantenerse al tanto de todas las novedades. En general, encuentro estos cambios estimulantes. Soy optimista sobre el futuro de lo que podríamos llamar la edición delegada.

FG: Un amigo dice que, aunque alguna gente desprecia a Michael Moorcock por asociarlo a sus sagas de espada y brujería escritas en los sesenta y setenta (y que están muy bien, todo sea dicho de paso), la totalidad de los escritores británicos contemporáneos que merecen la pena le rinden culto. Por lo que he leído en tus novelas y entrevistas, formas parte de este exclusivo club y, como fan de Moorcock, no quiero dejar pasar la oportunidad de preguntarte por su influencia en tu obra, en la ciencia ficción británica, en la literatura británica en general, hasta el infinito y más allá.

RC: Crecí leyendo las maravillosas sagas de Michael Moorcock sobre el Campeón Eterno. Mi propia novela Malignos es de alguna forma un homenaje a Moorcock. Su influencia es profunda en mí. Es cierto que sus relatos de aventuras de espada y brujería se escribieron, en parte, para mantener New Worlds a flote. Y New Worlds, fue, esto hay que decirlo, otra poderosa influencia tanto en mí como en otra mucha gente. Era una época en la que existía el sentimiento real de que la ciencia ficción podía hacer cualquier cosa, ir a cualquier sitio, que había sido liberada del género, que ahora podía apropiarse de otros géneros, que podía ser vanguardista y popular al mismo tiempo. También admiro el trabajo posterior de Moorcock. Gloriana o The Brothel in Rosenstrasse son ejemplos que me vienen a la mente.

FG: Por último, espero que Babilonia sea sólo el comienzo de tu retorno a las librerías españolas y en ese sentido me gustaría que nos hablaras de tus proyectos (literarios o de otro tipo) para el futuro inmediato.

RC: Estoy trabajando en una novela corta, o un cuento largo, que podría formar parte de un proyecto más grande, tal vez inconcluso, que provisionalmente titulo The Secret Museum. Puede que suba pronto un extracto del work in progress a mi página web. Como implica el título provisional, la historia, o historias, tratan de piezas y exposiciones en un museo ficticio que tiene algunas similitudes con el Museo Británico. Estas piezas son artefactos provenientes de dimensiones paralelas. El formato es parecido a lo que ya intenté en historias como The Catgirl Manifesto: an Introduction (disponible en mi página web) en el sentido de que es un falso ejercicio académico, parte ensayo, parte narrativa. El proyecto incluirá fotografías, ilustraciones y trabajos artísticos tanto míos como de otros, así que esa parte del proyecto será colaborativa. Me gustaría hacer más colaboraciones, una vez terminada la novela gráfica de Dead Girls con Leonardo Giron.

4 comentarios:

  1. Hola :) Desconocía al autora totalmente, gracias por este acercamiento. Desde la palabra post-cyberpunk tenías toda mi atención pero con el tema Jack el destripador, mundos paralelos y portales interdimensionales ya me has captado. Muy interesantes sus reflexiones sobre las clasificaciones de géneros dentro de géneros y la del mundo editorial actual. Me lo apunto sin duda para leerlo. Un abrazo y genial trabajo :)

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  2. Gracias, me alegro un montón de que te haya gustado la entrevista :)

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  3. Yo disfruté mucho con Malignos. Una pequeña obra de culto. No me pierdo Babilonia.
    Gracias por la entrevista.

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  4. Gracias a ti. Espero que te guste Babilonia.

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