jueves, 16 de marzo de 2017

Antonio Díaz reseña Luna: Wolf Moon, de Ian McDonald

Semana gloriosa aquí en Sense of Wonder, con una nueva reseña de Antonio Díaz y nueva publicación conjunta con Leticia Lara, de Fantástica Ficción, y con Xavi, de Dreams of Elvex. ¡Espero que os guste!

Banda sonora de la reseña: Antonio sugiere leer esta reseña escuchando La vie en rose, en la versión de Louis Armstrong (YouTube, Spotify

Luna: Wolf Moon, es la continuación de Luna: New Moon del británico Ian McDonald. Aunque la idea original era hacer una duología, el éxito comercial de la novela le ha permitido extenderla más volúmenes. No se sabe exactamente si nos encontramos ante otra trilogía o si McDonald seguirá relatando las guerras intestinas de las familias lunares durante más libros. Esperemos que la crítica se muestre más receptiva ante esta entrega (tan merecedora de nominaciones y premios como los que le fueron negados a la primera) y no pase meramente con una nominación al BSFA y el galardón a la Mejor Novela en los Gaylactic Spectrum Awards.

Como suele ser habitual, trataré esta novela sin desvelar absolutamente nada sobre el argumento, para que esta reseña la puedan leer tanto los que han leído Luna: New Moon como los que se acercan a esta saga por primera vez. Baste decir que Luna: Wolf Moon continúa donde lo dejó la primera parte. Si no recuerdas muy bien lo que ocurrió en ella, recomiendo echar un vistazo a sus últimos capítulos, porque McDonald toca el suelo ya corriendo y no espera a nadie.

En el Celsius del 2016, McDonald afirmó que en sus libros prima el tratamiento de elementos culturales para definir a las sociedades que retrata como la suma de sus partes. Habló sobre el fútbol en Brasil para su novela casi homónima (Brasyl) y contó una terrorífica anécdota sobre el cricket en la India que afectó a la escritura de El río de los dioses. Como la sociedad de la Luna es ficticia, con lo que no tiene ninguna referencia cultural con la que inspirarse, McDonald decidió establecer las suyas propias. Presentes también en la primera parte, los deportes extremos siguen teniendo su protagonismo en la novela. Si Luna: New Moon se iniciaba con una carrera por la superficie lunar ligerita de ropa, Luna: Wolf Moon lo hace con una aún más espectacular carrera por el interior de una de sus ciudades subterráneas. También las impresoras de materia (que vi por primera vez en la excelente La era del diamante, de Neal Stephenson) son una parte integral de la sociedad lunar. Todo parece que puede ser imprimido, especialmente la ropa, que normalmente se adquiere para ser usada unas pocas veces y luego reciclada. McDonald hace un verdadero esfuerzo en dotar de importancia a la indumentaria y a sus diseñadores sin ser cansino en absoluto.

Otro de los elementos claves de esta saga, el sexo, tiene una presencia muy relevante en esta segunda parte. Y al igual que en la primera, está tratado con mucho gusto y bastante estilo. Aunque no soy especialmente partidario de las escenas explícitas en exceso en las novelas, entiendo que cuando aportan a la trama, a la construcción de personajes o a la ambientación son necesarias (como es el caso). Vuelven también los pasteles y la cocina artesanal. En un mundo donde todos los productos los genera una máquina, uno de los personajes nos regala con la disertación más larga que he visto nunca sobre repostería en la ciencia ficción. Es una escena que, lejos de resultar aburrida, permite que el personaje en cuestión trasmita su pasión y entendamos más cosas sobre esta sociedad tan cercana y, a la vez, tan alienígena. (O quizás su propósito sea meramente que McDonald quiera añadir otro récord al que, según él, ya tiene con la mejor escena de masturbación femenina en toda la ciencia ficción [que aparece en Luna: New Moon y, si no es la mejor, sin duda está en el Top 5 de las más sorprendentes]).

El autor aprovecha Luna: Wolf Moon para presentar nuevos personajes y profundizar en otros que se habían mantenido entre bambalinas en la primera parte. Conoceremos a los líderes del resto de los Dragones (a algunos mejor que a otros) y nuevas artimañas, añagazas, tretas y maniobras tan propias de esta saga coral. Sin embargo, se nota que McDonald todavía se guarda varios ases en la manga, pues hay varios personajes importantes que no hacen acto de presencia y siguen quedando bastantes cuestiones sin resolver (e hilos sin atar). Éste es quizá el punto más flojo de la novela. McDonald cuenta, pero menos de lo que uno esperaría. Tal vez porque prefiere desgranar lentamente los eventos lunares en lugar de quemar todos sus cartuchos en un par de novelas. No quiero decir que no ocurra nada en esta novela, nada más lejos de la realidad. Luna: Wolf Moon está tan llena de acción y giros de guión como la primera parte y al igual que en ésta, algunos eventos cruciales ocurren detrás de la cámara mientras McDonald centra la atención en narrar otras cosas. Es una característica que le aproxima a, por ejemplo, George R.R. Martin. Siempre me sorprendió en la saga de Canción de hielo y fuego que Martin narrase un capítulo previo a una batalla decisiva desde el punto de vista de un personaje clave y que tres capítulos más tarde un secundario en una taberna comentase, como de pasada, que tal o cual bando había ganado o que tal o cual personaje principal había realizado un acto heroico o había sufrido una espantosa derrota. McDonald utiliza una técnica muy similar que, aunque resulta refrescante, hace echar de menos un seguimiento más detallado de algunos eventos.

Una de las consecuencias de ser el segundo libro en una saga es la disminución del sentido de la maravilla y la desaparición del factor sorpresa. Ciertamente la sociedad lunar de McDonald es absolutamente fascinante e ingeniosa, pero el lector ya la conoce. Si alguien teme volver a leer lo mismo dos veces, que deje de preocuparse. McDonald introduce una historia en la Tierra, la gran desconocida (pero siempre tan presente para los selenitas), y habla sobre las diferencias entre ambas a varios niveles con un resultado excelente.


Como ya ocurriera con la primera parte, Luna: Wolf Moon acaba dejando al lector con la miel en los labios, pero con un cliffhanger despiadado. Me hallo entre los que seguiremos las vivencias de estos clanes lunares con una continuación de la que no se sabe nada (en definitiva, esta novela ni siquiera se ha publicado en el momento de escribir estas palabras) pero de la que, sin duda, me encontraré entre sus lectores.

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