Banda sonora de la reseña: Sugiero leer esta reseña escuchando
Main Title and the Attack on Jakku, de la banda sonora compuesta por John Williams para
Star Wars: The Force Awakens (
Spotify,
YouTube).
No soy demasiado aficionado al cine, como sabéis, y suelo preferir emplear mi tiempo de ocio en leer que en ver películas o series de TV. Pero la tentación del lado oscuro a veces es imposible de resistir incluso para mí, y más cuando mis dos hijos llevaban bastante tiempo ilusionados con ir a ver Star Wars: El despertar de la Fuerza (un triunfo total de las campañas publicitarias, por cierto, porque ninguno de los dos consiguió siquiera terminar de ver el Episodio IV cuando se lo puse en casa y, de hecho, el pequeño aún se empeña en llamar "Dry Vader" al bueno de Anakin, pese a mis continuas correcciones). Así que como buen padre, haciendo tamaño sacrificio, allá que me fui ayer al cine con los dos peques y mi camiseta de Star Wars (lo único bueno que había en Disneyland París, aunque esa es otra historia muy diferente). Y debo decir que la película me ha gustado bastante y que me parece que tiene algunos aciertos más que notorios. Pero dejadme que os explique un poco más mis impresiones.
Desde el principio es evidente la clara apuesta de J.J. Abrams por retornar al espíritu de la trilogía original, algo que posiblemente sea la decisión (estratégica) más acertada de esta nueva cinta. El tono está perfectamente conseguido desde el minuto uno en todos los aspectos. Tanto es así que la película podría sido estrenada un par de años después de El retorno del Jedi, en lugar de más de treinta más tarde, sin desentonar en absoluto. A ello contribuye, por ejemplo, una clara moderación en los efectos especiales, algo que, por lo que recuerdo, rompe radicalmente con la tendencia de los episodios I a III. Pero no sólo eso, sino que todo está diseñado para recrear las sensaciones de las primeras películas: escenarios, vestuarios, fotografía, banda sonora... y, por supuesto, personajes.
Estoy seguro de que los fans habrán disfrutado un montón con la aparición de varios de los personajes clásicos (a mí, personalmente, me parece que tanto Han Solo como Chewbacca se han convertido un poquito en caricaturas y parodias de sí mismos, pero bueno). Sin embargo, lo que más me ha gustado, y lo que creo que aporta más frescura a la película, es la incorporación de dos nuevos protagonistas: Finn, con una muy bienvenida humanización del personaje del Stormtrooper, y, por encima de todo, Rey. Es obvio de dónde nace la inspiración para el personaje de Rey, un híbrido a partes casi iguales de dos de los personajes clásicos (no diré cuáles por si alguien lo considera como spoiler), pero que a pesar de ello tiene un marcadísimo carácter propio y, además, resulta muy creíble gracias a la excelente actuación de Daisy Ridley, un completo acierto de casting. Además, Finn y Rey tienen muy buena química cuando comparten escena, algo que creo que podría haberse aprovechado un poco más.
Mucho menos me ha gustado el personaje de Poe Dameron (que, afortudamente, no tiene demasiado protagonismo), que no me acaba de convencer y cuyo doblaje al español, además, me chirría un montón. Y, claro, Kylo Ren. ¿Qué decir de Kylo Ren? Un personaje que prometía mucho (al menos por el diseño visual y por lo visto en los trailers), pero que se queda en agua de borrajas, un poco como pasó con Darth Maul en su día. Y es que Kylo Ren, que debería ser un malo malísimo, de esos que matan gatitos para echarse unas risas, más que inspirar miedo da un poquito de pena. En algunos momentos, hasta me entraron ganas de levantarme en medio del cine, hacer que pararan la proyección, acercarme al chaval y darle una tacita de leche y unas galletitas caseras. Y un Trankimazin. Seguro que le habrían venido de perlas.
Y es que lo que es la mayor virtud de El despertar de la Fuerza, ese ser espejo de la trilogía original, también es su mayor lastre. Las comparaciones son odiosas, sí, pero también inevitables, sobre todo cuando se hace todo lo posible para provocarlas. La sombra de Darth Vader, por ejemplo, es muy, muy alargada, y Ren palidece a su lado, se le mire como se le mire. En otros aspectos esta nueva película no sale tan mal parada e, incluso hay algunos elementos en los que resulta victoriosa (permitidme que vuelva a insistir en el personaje de Rey). Pero la verdad es que la amenaza del Lado Oscuro me ha parecido mucho menos angustiosa que en otras ocasiones. Hasta Palpatine en los episodios I a III resultaba un enemigo bastante más temible. Veremos cómo se desarrolla el tema en las siguientes entregas, pero en El despertar de la Fuerza me ha faltado un poquito de tensión y más incertidumbre sobre si los buenos pueden llegar a salir victoriosos o no.
Hay otros aspectos en los que esa apuesta de Abrams y compañía por recrear las sensaciones de la primera trilogía les salen un poco rana. El guión es, en muchos momentos, casi un calco perfecto de varias partes de las películas originales, algo que se nota especialmente en el tramo final de la cinta. Hay una delgada línea entre los homenajes y la copia desvergonzada y
El despertar de la Fuerza la cruza varias veces, hasta el punto de dar un poquito de reparo. No se atreverán a repetir también
eso, piensas, y no pasan cinco minutos y ahí lo tienes. Al principio hace gracia y hasta te recompensa un poco el ego por aquello de poder decir "¡eh, lo he pillado", pero la acumulación acaba siendo excesiva.
Mención aparte merece la consistencia científica de todo el asunto. Es verdad que Star Wars nunca ha destacado por ser especialmente hard, pero es que en este caso ni con dos docenas de cajas de Viagra conseguiría alcanzar un estado semi-rígido. Naves a las que no les afecta la falta de gravedad, hangares abiertos al espacio por los que la gente pasea sin traje espacial tan ricamente, aceleraciones a la velocidad de la luz para las que no hace falta ni abrocharse el cinturón... Hablando de lo cual, una cosa es que los viajes entre los planetas se acorten un poco por aquello de mantener el ritmo narrativo, pero aquí la cercanía entre los distintos mundos ya roza lo risible. Y eso sin hablar de cierto suceso cósmico que me abstendré de mencionar pero que no tiene pies, cabeza ni explicación racional. Quizá es que yo sea un poco (vaaale, bastante) tiquismiquis, pero no puedo evitar que este tipo de cosas me saquen de la historia.
Una cuestión interesante, que mi amiga Cristina González Muñiz apuntaba muy certeramente en
una conversación en Facebook, es saber hacia dónde evolucionarán las explicaciones sobre la naturaleza de la Fuerza. Esto, como argumenta Cristina, es relevante más allá de si los midiclorianos se van a intentar esconder discretamente debajo de la alfombra (si es que queda sitio después de meter a Jar Jar Binks) o de si la saga se debe clasificar como ciencia ficción pura o como puramente fantaciencia. Se trata, más bien, de una cuestión de si la Fuerza es una energía democrática o un privilegio de unos pocos; de si la moraleja es que el que vale, vale y es mejor aceptarlo y agachar la cabeza o hay esperanzas de algo más. La oportunidad de dejarlo claro está encima de la mesa. Ya veremos si la aprovechan.
En definitiva, y aunque quizá pueda dar la impresión de que le saco muchas pegas (creedme, al 99% de las películas les saco infinitamente más), Star Wars: El despertar de la Fuerza me ha gustado, me ha entretenido mucho y en algunos momentos hasta me ha emocionado. Es verdad que mengua un poco al cocer y que quizá se han pasado un pelín con la dosis de nostalgina y con el ser demasiado fieles al espíritu original, pero entiendo perfectamente que muchos fans acérrimos de la saga estén emocionados con este nuevo rumbo. Os aseguro que mis hijos no tendrán que hacer demasiado esfuerzo para convencerme de ir a ver la siguiente entrega.