Antonio Díaz nos deleita de nuevo con su presencia en Sense of Wonder, esta vez para hablarnos de Luna: New Moon, de Ian McDonald, una de las mejores novelas de ciencia ficción de los últimos años. ¡Espero que os guste la reseña!
Banda sonora de la reseña: Sugiero leer esta reseña escuchando
Águas de Março, en la versión de Antônio Carlos Jobin y Elis Regina (
Spotify,
YouTube).
Luna: New Moon es el primer libro de Ian McDonald que leo. Desde el principio aviso que no será el último. Antes de leer el libro escuché
una entrevista que McDonald concedió a
The Coode Street Podcast en la que definía
Luna como una mezcla entre un western,
La Luna es una cruel amante de Robert A. Heinlein y la serie
Dinastía. Para los más jóvenes:
Dinastía era una serie muy longeva que narraba las maquinaciones, intrigas y luchas intestinas de una familia multimillonaria que se dedicaba a la explotación del petróleo. No puedo negar que tiene su parte de razón, aunque a mi también me ha recordado poderosamente a
Dune, de Frank Herbert (y sobre todo sus continuaciones), donde también está muy presente ese elemento de saga familiar multigeneracional con varios clanes enfrentados. En el podcast, McDonald también comentaba que le han comprado los derechos para producir una serie de televisión (claramente la referencia a
Dinastía o
Dallas no era infundada) y que, aunque
Luna era el primero de una duología, él tenía intención de sacar una serie entera de libros si encontraba una editorial que se los publicase. Una fantástica noticia en un momento en que las series de fantasía y ciencia ficción se aproximan a una época dorada.
En la Luna de McDonald hay cinco familias principales llamadas los Cinco Dragones. Están los Vorontsov, los Sun, los Mackenzie, los Asamoah y los Corta. Estos últimos, de origen brasileño, gozan de mayor protagonismo en esta novela. Diríamos que son los Atreides de la Luna. Cada familia tiene su fuente de riqueza, siendo la de los Corta la explotación y venta de Helio-3 a la Tierra, la mayor fuente de energía que se ha conocido. El equivalente a los Harkonnen lo ilustran los Mackenzie, de origen australiano, rivales eternos de los Corta. McDonald realiza un pequeño homenaje a Dune en uno de los Mackenzie, cuya gordura desatada por la baja gravedad y gusto por los muchachitos se ve reflejado al barón Harkonnen.
En este libro tenemos un futuro más o menos cercano donde la humanidad todavía no está navegando por las estrellas pero donde la Luna ya ha sido colonizada con éxito. Estos Cinco Dragones se reparten los trozos grandes del pastel y varias familias menores se pelean por las migajas. Sin embargo, aunque el elemento de intriga es muy importante, el libro posiblemente destaque más por las interesantes ideas sociológicas que desarrolla. En Luna no hay derecho penal, sólo hay derecho contractual. Este elemento me pareció la clave en la que residen gran parte de las libertades y excesos de las que goza y padece la sociedad lunar. ¿Y si cometes un delito? Bueno, no hay delitos así que no puedes cometerlos. Sin embargo, McDonald confía en una sociedad autorregulada. Si matas a alguien, por ejemplo, sus familiares te demandarán por la pérdida económica que les causas, por el dolor emocional o por todo lo anterior. Entonces comenzarán las negociaciones que pueden desembarcar en un juicio donde desde el juez que presida hasta las leyes que se apliquen habrán sido discutidas por las partes. Reconozco que la deformación profesional de tener una licenciatura de Derecho a mis espaldas me hace bastante incrédulo ante la manifiesta eficiencia que tiene este nuevo sistema jurídico. A pesar de lo anterior no puedo negar que es efectista y está razonablemente bien construido.
Para la vida del habitante de la Luna promedio lo más importante son las cuatro facturas, llamadas los cuatro elementales, que nunca debes de dejar de pagar: agua, alojamiento, aire e internet. Así es, en la Luna el aire no es gratis (hay que reciclarlo y hacerlo circular por las estructuras lunares) así que toca pagarlo si quieres respirarlo; e internet es tan importante (para conseguir trabajo, para comunicarse) que se considera uno de los gastos básicos. Si no pagas el aire, pues no respiras. Sencillo y efectivo. Como bien dice la portada: “Una nueva forma de vivir. Mil maneras de morir”.
Otro punto muy importante de la novela es la sexualidad. En la Luna vive gente mezclada de todo el planeta, las leyes son escasas y los prejuicios más escasos todavía. La homosexualidad está a la orden del día, así como la bisexualidad y junto a ellas (y entre otras) la que francamente me sorprendió: la yo-sexualidad (“me-sex” en la novela). Por definición, el yo-sexual sólo practica el sexo consigo mismo.
‘Sex with other people is always compromise. Always barging and shoving and trying to get it all to fit and who comes first and who likes what and you don’t like what they like and they don’t like what you like. Always something held back; that secret thing you love or want to try or that makes you lose everything and scream yourself sick that you can’t say because you’re scared they’ll look at you and say, you want to do what? and see not their lover but a monster. Nowhere is as dirty as the inside of your head. When you’re with yourself, when you’re jilling off, flicking the bean, fishing for pearls, playing women’s handball, cutting a siririca; there’s no one else to worry about, nothing to hold back from. No one’s judging you, no one’s comparing you, no one’s got someone else in their head they’re not telling you about. Me-sex is the only honest sex.’
‘Me-sex?’ Marina says.
‘Self-sex sounds grubby, auto-sex is bots fucking and anything with the word “erotica” in it is by definition un-erotic.’
Además de las inclinaciones sexuales, también se habla de pasada sobre la identidad sexual. Por supuesto en la Luna hay hombres y mujeres, pero también hay neutros y otros subtipos que desafían categorización. Para lograr su adecuada diferenciación McDonald utiliza pronombres personales y posesivos diferentes al “he/she” de toda la vida para definirlos como “né/ner” y “é/er”. Me pareció muy original, pero no envidio ser el traductor que tenga que ocuparse de estos términos si traen la novela a España.
Para poder enseñarnos todas estas ideas, McDonald adopta una estrategia de novela coral. Luna: New Moon tiene muchos, muchísimos personajes con punto de vista. Tanto en la familia principal de los Corta como en algunas de las rivales. Cada persona tiene sus preocupaciones e inquietudes y McDonald se preocupa por señalar lo distinto que es vivir en diferentes estratos de esta sociedad lunar. No es lo mismo ser un miembro importante en uno de los Cinco Dragones que ser una Jo Moonbeam recién llegada a la Luna y sin apenas chits con los que pagar los cuatro elementales. Sin embargo, a pesar de la variedad de personajes, McDonald consigue verdaderamente distinguir a unos de los otros. En ningún momento tuve ningún problema para recordar a cada uno de los cinco hijos de Adriana Corta (matriarca de la familia Corta) ni tampoco a los numerosos Mackenzie. Otros secundarios se pierden más por los rincones de la memoria pero el autor hace un verdadero esfuerzo para que el lector no se vea obligado a consultar el glosario de personajes.
La prosa es muy compacta y McDonald consigue contar mucho con muy poco. Resulta muy evocador en sus descripciones de las diferentes ciudades de la Luna (cada una construida según los designios del Dragón que la gobierna) y de los diferentes estilos de vida. El uso de términos en otros idiomas o en idiomas inventados está presente (como viene siendo muy habitual en el género) pero no es excesivo y la mayoría de ellos no requieren explicación. Por supuesto, se incluye un glosario de vocabulario al final del libro para los más despistados.
En lo que verdaderamente destaca McDonald como narrador es en lo fácilmente que nos permite asomarnos al interior de la mente de sus personajes. Particularmente he de admitir que Ariel Corta, abogada independiente y que no quiere tener un cargo en la empresa familiar se lleva la palma para mí. Es un personaje muy especial con una fuerza arrolladora y que resulta totalmente creíble. Lucasinho Corta, el mayor de los nietos de Adriana, copa también bastante páginas y McDonald lo usa como excusa para mostrarnos qué significa no haber pisado nunca la Tierra pero tenerlo todo en la Luna y a la vez no tener nada.
No me cabe ninguna duda de que esta novela va a dar mucho que hablar y posiblemente sea una habitual en la listas de nominadas a los premios del año que viene. Es un libro increíble que maravilla a cada página con sus ideas innovadoras y bien realizadas. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. El cambio brusco de personajes dentro de un mismo capítulo desorienta en ocasiones y la ausencia de un protagonista central hace que la trama dé la impresión de que va dando tumbos (aunque la realidad es que McDonald tiene muy claro lo que hace). Los flashbacks también me sacaron mucho del ritmo de la novela aunque cada uno de ellos sea una pequeña joya. Debido a la escasa relevancia que tienen para el argumento general de la novela me pregunto si no habría sido mejor sacarlos como historias cortas en forma de precuela. Pero estos pequeños matices no pueden dejar mácula en la que ha sido para mí posiblemente la novela más redonda que he leído en lo que va de año. Tal es así que inmediatamente me he hecho con
El Río de los Dioses, para poder seguir disfrutando de McDonald aunque sea con la traducción de La Factoría.
Nota del editor: Como bien intuye Antonio, los flashbacks incluidos en Luna tienen suficiente entidad como para constituir una historia independiente y, de hecho, fueron publicados (en una forma ligeramente diferente) con el título "The Fifth Dragon" en la estupenda antología Reach for Infinity.